¿Qué clase de juego es este?

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#Marcos

No solo me tengo que contener las ganas de soltarle un puñetazo en la boca a esa mujer cuando veo como nos mira a Mía y a mi, si no que también me aguanto las ganas de enroscar mis manos en su cuello hasta ahogarla cuando oigo que tiene un contrato con el estúpido de mi hermano Raúl. ¿Cómo mierda había hecho eso? ¿Ha usado los hoteles a nombre de mi padre o tiene algún chanchullo relacionado con mis propiedades? ¿Qué cojones estaba pensando? ¿Hasta donde me va a hacer llegar para frenar su avaricia?

- Cálmate por favor, no seas tú quien acabe con esta cena - susurra mi mujer a mi lado.

Me obligo a mirarla para controlar las ganas que tengo de echar a esos dos intrusos de mi casa e ir a buscar al desgraciado que se hace llamar "hermano" para propinarle la golpiza de su vida. Sus ojos, el verde de sus ojos, la mirada de preocupación que emana de ellos, controla todo mi instinto salvaje. A Mía le importa esta asquerosa cena, joder.

- ¿Qué trató han hecho con él? -pregunto sin andarme con rodeos.

- ¿No lo sabes? - pregunta el cabronazo como si no supiese que no tengo ni idea. No me contó nada de esto cuando vino a verme, el muy hijo de puta.

- Vamos a remodelar cuatro de sus hoteles, casi que desde cero. Es la mejor oferte de trabajo que hemos tenido en mucho tiempo, nos llevará años realizarla.

Dinero. Todo lo que me decían los ojos de aquella mujer era que estaba sedienta de dinero.

- Las cosas no son tan simples - interviene mi mujer. Su madre la mira como si Mía hubiera dicho lo más tonto del mundo.

- Claro que si, hija. Vamos a firmar el contrato antes de marcharnos. - Me río. ¿Qué clase de juego es este?

-No pueden hacer eso -anuncio- Esos cuatro hoteles ni siquiera están a nombre de Raúl, están a nombre de nuestro padre y todavía se están tramitando los papeles de la herencia. Por lo tanto el contrato que van a firmar queda totalmente ilícito, carece de veracidad e infringe las leyes. Además, uno de esos hoteles ya está siendo remodelado desde cero... es donde nos vamos a casar su hija y yo.

Mía se mueve en su asiento algo incómoda. Y por más que lo sienta, no pretendo doblegarme ante semejantes descarados. Ni por ser mis suegros... como si son el presidente de los EEUU y la primera dama. No le iba a besar el culo a nadie, y no iba a dejar que Mía lo hiciera tampoco.

- Tú hermano ya nos aviso de la posición que mostrarías ante tal idea, pero nunca me iba a imaginar que fueras a llegar tan lejos con tu negativa. Eres un sin vergüenza.

- ¡Mamá! - grita Mía dejando los cubiertos sobre la mesa con un fuerte golpe. Pero su madre, con toda su pinta de ricachona estirada, se pone en pie antes que ella.

- ¡Y tú no intercedas! ¡No me puedo creer que después de la ejemplar educación que te hemos dado, hayas acabado eligiendo a un desvergonzado como marido! ¡Ni siquiera nos habéis dejado ver a nuestros nietos! ¡Como si fuésemos nosotros los malos!

- Leonor, ya está bien. Es nuestra hija.

Bravo. Por fin la marioneta hace algo útil para todos.

- ¡¿Mi hija?! ¡La he rodeado de gente de bien, personas adineradas, hijos de buena familia! ¡Y se ha ido con el malo de la clase! - grita como una energúmena mientras me señala de arriba abajo. Sin embargo, yo me veo obligado a no estallar en carcajadas, porque no ha dicho ninguna mentira.

- ¡Yo en Madrid no era feliz! ¡Yo no era feliz en esa falsa! ¡No era feliz rodeada de personas malas a las que solo les importan la imagen que dan a los demás! ¡Y Marcos no es ningún sin vergüenza! ¡Es el hombre al que amo y eso no lo va a cambiar nadie, mucho menos tú! - responde Mía poniéndose a su altura. La una en frente de la otra con las chicas saltando entre ellas. De hecho, Mía tiene la respiración tan acelerada, que me preocupa lo que pueda pasar si está conversación no acaba cuanto antes.

- Siéntese y deje de hacer el ridiculizado que está en mi casa y tengo una propuesta que hacerles.

- ¿Qué haces? - susurra mi mujer mientras su padre intenta calmar a su madre frente a nosotros.

- ¿Sigues queriendo arreglar las cosas con alguno de ellos? - pregunto mientras le limpio con rapidez la lágrima que corre por su mejilla. No voy a dejar que ninguno de ellos la vea así.

- Sí - susurra con la mayor de las penas. Yo asiento antes de volver a fijar mi mirada en Hector Hills. Allá voy.

- Dejaré que se mantenga el contrato que tenéis, bajo mi firma. Con la única diferencia de que en vez de trabajar los cuatro hoteles, trabajaréis con tres. El de París queda fuera de esto.

- ¿Y qué ganas tú con esto? - pregunta la víbora que tengo por suegra.

- Iréis a la boda. Llevarás a tu hija hasta el altar - digo mirando al padre de Mía fijamente a los ojos- y ejerceréis de abuelos todo lo que queráis.

Me confunde el leve abismo de felicidad que parece mostrar el rostro del hombre que tengo frente a mi.

- Marcos - susurra Mía emocionada, pero yo la cojo de la mano y la corto.

- Pero eso sí, si veo un mínimo gesto o palabra que dañe a mis hijos o a mi mujer, el contrato quedará anulado, os podré una orden de alejamiento hacia mi familia bajo la supervisión de mis guardias. Y me encargaré de dejarlo todo por escrito.

- Firmaremos. Me voy, no aguanto tanta insensatez - suelta Leonor antes de posar la mirada sobre Mía - Y una cosa más hija, la próxima vez que nos veamos, que estén mis nietos delante.

Y se va de la casa, dejándonos a todos de mal humor, con la cena sin probar y el ambiente tan cargado, que lo único que se escucha es el sonido que hacen sus tacones al andar.

- Mía - susurra Hector con lágrimas en los ojos acercándose a ella. Yo me pongo alerta y me pongo por delante, pero ella no duda en pasar de mí y lanzarse a los brazos de su padre.

- Me da igual ese contrato mi cielo, yo voy a ir a tu boda y te voy a llevar al altar como he pensado hacer tantas veces. No hagas caso a tu madre, le cuesta ver todo lo que has conseguido sin ella en tu vida, pero no tiene mal fondo.

- Papá yo... - pero su padre la corta al instante. ¿Debería creerme esta escena de Nelson Mandela?

- Haré todo lo posible para convencerla y que venga a la boda, y si no lo consigo, no importa, me tienes a mí. Siempre me has tenido, y estoy deseando ver a mis nietos. - Mía rompe a llorar en los brazos de su padre, y él en los de ella.

- Te quiero.

- Yo te quiero más hija - le dice antes de irse por donde se ha ido su mujer minutos antes. Mía se queda unos segundos mirando en esa dirección antes de girarse hacia mí y engancharse a mi cuello para esconder su cabeza en él mientras sigue llorando.

- No creía que podía quererte más de lo que te quiero, pero me equivocaba.

TUYA (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora