Respira conmigo, campeón.

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#Mía

- No voy a dejar que mates a mi sangre, por mucho que te quiera - carraspea Ramón mientras intenta recomponerse.

¿Qué? ¿Raúl? ¿Raúl es hijo de Ramón?

- Marcos - le llamó cuando veo como su cuerpo se tambalea hacia atrás. Tiene una mano sobre su pecho, y la otra me busca con desesperación - Estoy aquí, estoy aquí. Respira, Marcos respira por favor.

Sale a duras penas de la habitación aún con la mano sobre el pecho y la boca abierta en busca del oxígeno que no le llega a los pulmones. Yo rodeó su cuerpo rápidamente mientras Ryan llama por teléfono a una ambulancia. Él me aprieta la mano mientras me observa con sus preciosos ojos abiertos de par en par, como avisándome de lo que está por pasar. Y yo me niego, me niego a dejar que eso pase. Me niego a dejar que Marcos pase por algo así.

- ¡Mía! ¡¿Mía que le pasa a mi hijo?! - grito Eva corriendo hacia él también. Pero Marcos no la mira, no puede ni hablar. Solo me mira a mi, solo me agarra la mano a mí y solo me quiere a mí a su lado. Y a mí me duele el pecho de verle así.

- ¡Le está dando otro infarto! ¡¿Es que no lo ves?! - le grita Ryan guardándose el móvil en el bolsillo del pantalón y agachándose a nuestra altura de lo más nervioso.

- ¿Otro? ¿Cómo que otro? ¿Mía?- pregunta Eva entre lágrimas. No tengo tiempo para dar explicaciones.

- Respira conmigo, campeón - le digo suavemente mientras intento acompasar mi respiración con la suya. Pero él no lo controla, le falta el aire y tira de mi camisa en busca de ayuda - Inhala, exhala, inhala...

- ¡Ha llegado la ambulancia! ¡Fuera todos de aquí! - grita Ryan mientras observa a Marcos retorcerse de la impotencia.

Las cosas suceden en un abrir y cerrar de ojos. De un momento a otro estoy subiéndome en la ambulancia mientras un Marcos, casi inconsciente busca el calor de mi mano. Ryan se va corriendo hacia su coche, y con él los padres de Marcos. Para cuando llegamos al hospital, Marcos ya está inconsciente y con una mascarilla de oxígeno sobre su boca. Los médicos salen disparados del coche con él y se pierden a través de una enorme puerta ante mis ojos. Yo me quedo estática en la puerta de urgencias. No. Esto no puede estar pasando.

- ¡Mía! ¡Mía! - escucho a lo lejos. Y al momento tengo el cuerpo de Lili rodeando el mío mientras me consuela y me escucha llorar como una niña en su hombro.

- No se puede morir, no se puede morir- susurro mientras el nudo de mi garganta me quema por dentro.

- Shh, amiga ya está. Todo va a estar bien.

- ¡Mía! ¡Ryan nos ha avisado! ¡¿Qué ha pasado?! - pregunta Emett entrando a la sala de urgencias como loco con Alison detrás. Él mira para todos lados en busca de mi hombre, y yo soy incapaz de decirle dónde está ni como se encuentra, porque no quiero ni imaginarlo.

- Mía, ¿qué ha pasado? - pregunta esta vez Alison. No es hasta entonces que me doy cuenta de que Ryan está arreglando papeles con los doctores y que el resto de la familia de Marcos está siendo atendida también. Pero ninguno tiene nada más que un golpe o algún que otro moretón... sangre seca. Todos están respirando... menos el padre de mis hijos, que se debate entre la vida y la muerte.

- ¡Tú! - grito apuntando con el dedo a Raúl- ¡Maldito hijo de puta! ¡Eres malo! ¡Eres la persona más mala que he conocido en mi vida! ¡Marcos no ha hecho más que aguantar tus meteduras siempre y estar para ti! ¡Y tú se lo pagas destrozándole la vida de esta manera! - le rebato cada vez más cerca - ¡Es mi marido! ¡Y tiene dos hijos a los que ama! ¡Y tiene que verlos crecer! ¡Y no me puede dejar sola! ¡No me puede dejar sola por tu egoísmo e insensatez! ¡Por tu culpa! ¡No has hecho más que traer desgracias a mi familia! ¡Y eso no se lo perdono a nadie!

- Mía cálmate - dice Emett tras de mí mientras todos me observan sorprendidos. Nadie aquí tiene idea de lo que Marcos y yo seríamos capaces de hacer el uno por el otro.

- ¡Te juro que como a mi marido le pase algo hoy, yo misma me encargaré de hacerte sufrir el resto de tu vida!

- Señorita, o se calma o vendrán los de seguridad a sacarla por las fuerzas. Estamos en un entorno lleno de casos críticos, un respeto - me dice una de las enfermeras que pasan por allí haciendo que le fulmine con la mirada. Ella no se encuentra en la posición en la que estoy yo.

- Vamos, siéntate - susurra Lili mientras se sienta a mi lado en una de las sillas de la sala de espera.

- ¿Alguien tiene un móvil para llamar a Carmen? - pregunto mientras me enjuago las lágrimas con la manga de mi camiseta. Mis niños llevan horas sin saber nada de sus padres.

- Emma se ha ido a tu casa con ellos, dijo que ella recogía a Olivia del colegio. No te preocupes por eso.

Cierro los ojos y suspiro aliviada y agradecida con la vida por las amistades que tengo. Sin embargo, cuando abro los ojos, veo a Eva mirándome fijamente con todo el dolor del mundo en sus ojos. Sabe que me ha fallado, que le ha fallado a su hijo y que se ha fallado a sí misma. Pero no la pienso consolar, si Marcos no sale de esta no sé lo perdonaré en la vida. Y se arrepentirá siempre del lugar donde se había posicionado.

- Mía - me llama ella poniéndose en pie y avanzando hasta mí como un alma en pena.

- Familiares de Marcos Rodríguez - llaman en el pasillo. Todos nos ponemos de pie al instante y yo doy un paso al frente.

- Soy su mujer.

- Y yo soy su madre.

- El paciente está fuera de peligro, ahora sólo queda esperar a ver cómo avanza hasta que puedan pasar a verle.

- Gracias doctora - le dice Lili por nosotras. Y yo no puedo evitar romperme en llanto al saber que está bien. Marcos está bien.

TUYA (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora