Sencillo y elegante.

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#Mía

Después del susto que me llevé pensando lo que le podía haber pasado a mi futuro marido, me encargué de hablar con Eugin para que Marcos tuviese que pasar por un chequeo médico. Porque si esa misma idea la hubiera expresado yo ante él, me hubiera dejado claro lo valiosa que era su hombría y cuanto podía aguantar sin necesidad alguna de que nadie revisase su estado de salud. Pero para mí suerte, Eugin siempre estaba ahí. Ella era mi as bajo la manga.

- ¿Entonces tienes ya los resultados? ¿Marcos lo sabe? - pregunto a la secretaria mientras miro impaciente el reloj. Mi futuro marido pronto saldrá de su despacho para despedir a quien quiera que sea que estaba dentro, siempre tenía charlas con socios y reuniones que atender.

- Claro, están por aquí - responde Eugin de lo más tranquila mientras busca los papeles entre los archivadores je se ubican a su espalda. Dios santo, ¿puede ser esta mujer más tranquila? ¿De verdad Marcos tiene la capacidad de trabajar con ella?

- ¡Date prisa, Eugin! ¡Se supone que yo debería estar haciendo bocetos del nuevo hotel, no fisgoneando acerca del estado de salud de mi marido! ¡Si Marcos sale y me ve aquí, me matará! - ella se ríe como si lo que yo acababa de decir fuese gracioso o algo. ¿Está mujer estaba hoy drogada o qué?

- Aquí lo tengo - dice extendiéndome un plástico lleno de folios, que recibo con la mayor de mis sonrisas. Estoy apurada.

- ¡Lo leo y te lo devuelvo en un santiamén!¡Adiós Eugin! - me doy media vuelta a toda prisa para desaparecer por el ascensor con la llave que Marcos me dio cuando firmé el contrato. Hasta que el sonido de una voz, hace que se me congele toda la sangre...

- Pero bueno, ¡a dónde vas con tanta prisa Mía! ¡Como te atreves a irte sin saludarme! - suspiro aliviada antes de girarme. Solamente es Ryan.

- Hola - digo dándole dos besos mientras intento esconder los papeles que me había dado Eugin tras de mí, ni siquiera me había dado tiempo a leerlos todavía.

- ¿Ya te vas? ¿Sabe Marcos que estás aquí? ¿Has comido?

- Sí, ya me voy y he comido. ¡Adiós amigo, luego nos vemos! - exclamo mientras noto mi pulso acelerarse al ritmo del reloj que cuelga en la pared que tengo enfrente.

- ¿Sabe Marcos que estás aquí? -vuelva a preguntar, esta vez en tono más curioso y dirigiendo la mirada a mis manos que ocultan los papeles en mi espalda.

- ¿Sabe Lili que anoche viniste a mi casa a jugar al baloncesto con mi marido porque te estresaste escuchando llorar a tu hija? - respondo sacando la artillería pesada. Él no era el único que sabía jugar a esto.

- Está bien, has ganado. Me voy a almorzar que es mi hora - anuncia antes de pasar por mi lado de lo más campante. Otro guapuras como mi hombre que se pasea de aquí para allá en traje. Estos chicos eran de otro mundo.

Miro una vez más hacia el despacho de Marcos, las cristaleras siguen tintadas y la puerta cerrada. Creo que me da tiempo a echarle un vistazo a esto en lo que llamo al ascensor.
Mis ojos recorren las palabras una y otra vez, aunque solo se fijan en cosas como "el paciente presentaba dificultad para respirar", "ritmo cardiaco excesivo", "sudoración"... "leve infarto o microinfarto". Dios mío.

- ¿Nena? -Escucho a lo lejos. Me giro para verle cuando noto la presencia de más gente a mi alrededor, son los tres nombres que acaban de salir del despacho de Marcos.

- Buenos tardes - me dice uno de ellos antes de que el ascensor se cierre tras de mí, pero no soy capaz de decir nada.

- Mía, estás pálida - anuncia él viniendo apresuradamente hasta mi- ¿Qué te pasa? ¿Has desayunado hoy?

Le miro fijamente mientras él me examina de arriba abajo. Está vivo de milagro.

- Un infarto. Un infarto Marcos, has estado a punto de morirte por un infarto y no has querido que me entere- le digo mostrándole los papeles que me han chivado todo. Él no tarda en fulminar con la mirada a su secretaria, que me mira como un cachorrito asustado. Yo no iba a permitir que él le dijera nada.

- Estoy bien, ya ha pasado. Venga, vamos a comer algo antes de que te desmayes aquí mismo. Estás tan pálida que asustas - ordena mientras tira de mí hacia el ascensor como si él tema de su muerte no tuviera ni la más mínima importancia.

- No voy a aguantar un solo secreto más, Marcos. Creía que eso ya lo sabías.

- Lo sé. ¿Porqué no estás haciendo los bocetos que te pedí del nuevo hotel? - pregunta mientras las puertas del ascensor se cierran y él se pega a mí.

- Perdóname, solo necesitaba averiguar si mi futuro marido estaba terminal o simplemente se desmayaba porque si. Parece que era lo primero, pero no sé, me he enterado de rebote- le digo por algún motivo de lo más enfadada.

- Nena, no empieces. Las cosas no son así - me dice mientras tira de mi mano tras él fuera del ascensor y de su edificio.

- ¿Y entonces como son? - pregunto de lo más estúpida. Dios mío, odio comportarme así con él, pero es que se lo merece.

- ¿Estás con la regla? - pregunta en el mismo tono.

- Marcos... - le digo cansada mientras entramos en el bar de enfrente. Él me lleva rápidamente hacia su pecho de nuevo y me aferra a él mientras el resto de clientes nos mira interesados en la escénica que acabamos de formar.

- Deja de preocuparte por mi ahora, yo estoy bien. Además, en cuanto comas te tienes que ir.

- ¿Qué? No, que va - respondo de lo más segura. A dónde quiere que vaya yo con la calor que hace.

- Sí, Lili me ha llamado amenazándome con matarme si no dejaba que te fueses con ellas a ultimar cosas para la boda.

- Se lo debemos. Ha parado su perfecta luna de miel solo para atender nuestros problemas - le digo sabiendo lo feliz que había estado Lili al teléfono en esos días.

- También quiero que busques un anillo para mí. Yo ya tengo el tuyo - me dice con demasiada autosuficiencia.

- ¿Y como es? - pregunto sobre sus labios.

- Sencillo y elegante...

TUYA (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora