Buscando un ápice de mentira en su rostro.

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#Marcos

Bueno, estaba bien. Si la única forma de que mi mujer arreglase los problemas con su familia, era conmigo de intermediario, lo haría. Organizaría alguna que otra reunión o comida con mi suegro, y haría que me adorase. De todos modos, Mía ya me quería sin importar en lo más mínimo lo que sus padres pensaban de mí, así que está era la oportunidad perfecta para conseguir puntos extras con ella después de todas las veces que he metido la pata.

- ¡Papá! - grita mi hija corriendo hacia mi cuando me ve entrando al salón de la casa de mis padres. Pero para mí sorpresa y desagrado, Olivia acaba de alejarse de nada más y nada menos que de Cloe y de ese niño... David, mi sobrino.

- Hola Marcos - me dice con tono vergonzoso mientras yo cojo a Olivia en brazos para llenarle la cara de besos.

- Mira papá, la tía Cloe me está enseñando a tocar el piano - exclama emocionada mientras señala el piano de juguete que David está aporreando en brazos de Cloe. Por lo que veo, es un niño muy despierto.

- Así que Cloe te está enseñando, ¿eh? - digo poniendo mi mejor cara hacia mi hija mientras siento la mirada de la rubia quemando sobre nosotros. Gracias al cielo que Mía no estaba en ese mismo momento con nosotros, porque si llega a escuchar a mi hija llamando "tía" a Cloe, le daba algo.

- ¡Te he dicho que no! ¡Que no puedes hacer eso! - escucho a Ramón gritar desde el piso de arriba poniéndome de lo más tenso. Olivia mira hacia la entrada del salón igual que yo, y entonces entra Mía por ella en medio de todo el alboroto.

- Hola, mi amor - dice extendiendo sus brazos para coger a nuestra hija nada más verla. Yo me distraigo con su vestido de flores y sus botas, estaba tan inmerso en el tema de mis suegros que no me he parado a observarla ni dos segundos.

- ¡Mami! - exclama Olivia contesta echándose a sus brazos como si no se hubieran visto en años. Mía la recibe contenta, y es entonces cuando vuelvo a escuchar otro grito.

- ¡Eso lo harás mi cadáver! ¡Se ha acabado la discusión!

¿Qué cojones está pasando? ¿Qué le pasa a Ramón hoy? ¿Con quién se está peleando?

- Hola Mía - susurra Cloe casi avergonzada y llevándose toda mi atención.

- Hola Cloe - le responde mi mujer. Yo la miro, ¿desde cuándo se dirigen la palabra? ¿No se querían tirar de los pelos hace dos días?

- ¡He hecho todo lo que he podido y más! - se vuelve a escuchar.

Esta vez mi mirada y la de Mía se encuentran, sé que sabe lo que estoy pensando. No me gusta ni un pelo tener que dejarle en una habitación a solas con mi exnovia, sabiendo lo mal que acaba cada vez que se relaciona con ella. Pero entonces Mía me mira asintiendo con la cabeza como diciendo, "ve a ver qué está pasando, lo tengo controlado". Y yo no lo dudo dos veces.

- Ahora vuelvo - anunció antes de dejarle un beso en la frente sin importarme la presencia de Cloe en lo más mínimo.

Salgo del salón como alma que lleva al diablo, cerrando las puertas tras de mí para que los niños no escuchen nada. Subo las enormes escaleras con decisión, pensando en algún mesero motivo que me pueda llevar a imaginar que es lo que le está pasando a Ramón para ponerse así, pero por más que lo intento, no lo encuentro. Creo que lo único que le sacaría tanto de sus casillas, sería ver a mi madre con otro hombre. Y todos en esta familia, sabíamos que eso no iba a pasar.

- ¡Marcos, hijo! ¡¿A dónde vas?! ¡¿Cuándo has llegado?!

Levanto la cabeza para ver a mi madre caminando por el pasillo con Evan en brazos y una amplia sonrisa. ¿Qué hace aquí? ¿Dónde estaba metida y porqué no ha venido a recibirnos?, eso no es propio de ella.

- Como que a donde voy. Mamá, ¿es que no escuchas esos gritos? ¿Con quién se está peleando Ramón? - pregunto intentando pasar por su lado, pero ella me lo impide. ¿Qué hace?

- Ramón está peleando con un familiar suyo, hijo - contesta rápidamente. Yo la miro fijamente, buscando un ápice de mentira en su rostro al hablar. Pero nada, lo único que obtengo es una sonrisa, como siempre.

- ¿Familiar? ¿Qué familiar? - pregunto dirigiéndole una inquisidora mirada.

- No lo sé. Sé que tiene un familiar lejano, que le ha visto en una portada de una revista. De ayer en la boda de Ryan. Sales tú, él y algunos de tus amigos. Creo que le está pidiendo dinero o algo así.

- ¿Dinero? ¿Cuánto dinero quiere ese tipo? - pregunto cruzándome de brazos. Pagaría la suma que fuese necesario con tal de que nadie molestase a ningún miembro de mi familia. Mucho menos al que ahora era mi padre.

- ¡Marcos! ¡Marcos!

Quito rápidamente la mirada del rostro de mi madre para fijarme en mis hermanos, quienes vienen corriendo hacia mi para abrazarme. Hoy con una amiga de Liliana por lo que veo.

- ¡Hola chavales! - digo cogiendo a Tomi en brazos para tirarlo por los aires y volverle a coger.

Vaya, o ellos no estaban ya tan pequeños, o a mí los treinta me estaban sentando mal. No, supongo que es lo primero. Con Mía puedo como quiero.

- ¿Está Mía abajo? - pregunta mi hermana. Yo asiento mientras le revuelvo el pelo bromeando con ella.

- ¡Ya voy a verla! ¡Vamos! - exclama cogiendo a su tímida amiga de la mano para salir corriendo escaleras abajo.

- ¡Niños no corráis! ¡Os vais a caer! - anuncia mi madre yendo tras de ellos aún con Evan mirándolo todo a su alrededor.

- Cuidado con las escaleras mamá, nunca he entendido porque con tanto dinero no tenéis ascensor.

- ¿Qué? ¿No vienes abajo? - pregunta girándose rápidamente hacia mí.

Está nerviosa. ¿Se puede saber que le pasa?

- Ahora bajo, quiero ver a Ramón.

-Pero Marcos... - entonces se cala y mira por encima de mi hombro. Yo me giro para ver qué tiene tanta importancia como para dejar de prestarme atención de esa manera. Es Raúl, que sale del que ahora era despacho de Ramón con unos papeles en la mano y Ramón detrás.

- ¡Eh, Ramón! ¿Qué estaba pasando ahí dentro? ¿Es dinero?, si necesitas dinero para que te dejen en paz, solo tienes que pedírmelo - le digo seriamente mientras Raúl baja por mi lado sin siquiera mirarme a la cara.

- Eso cariño, ¿ya has llegado a un acuerdo con ese tipo? - interviene mi madre. Yo la miro, ella no suele estar en medio de los negocios.

- ¡Ah! ¡Claro! ¡Todo solucionado, chico! ¿Vamos a tomar algo?

Asiento sin estar del todo conforme, y dejo que me lleve nuevamente hasta abajo. Estaban muy raros, algo no me olía bien. Pero lo mismo era yo, que estaba tan acostumbrado al caso, que cualquier cosa me ponía alerta.

TUYA (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora