8

777 50 2
                                    


Después de semanas desde que habían partido de la capital, estaban de vuelta. El camino en los últimos días se había vuelto mucho más placentero, pues habían llegado hasta el punto donde el país volvió a ser la gran potencia que era. Campos completos llenos de cultivos, pueblos enormes llenos de comercio y personas que prosperaron, ciudades llenas de miles de personas que gozaban de la gran prosperidad económica que estaban viviendo en esos momentos.

La música, las artes, y todo lo que era bello en el mundo crecía y se esparcía por todos lados. Ese era el país que su padre había creado luego de años de guerras. El país que ella heredara.

A lo lejos ya se podía ver la capital, sus inmensas murallas y la enorme edificación de la colina real ya se podía ver desde la distancia.

- Que bueno es volver - dijo su madre cuando pudieron ver la ciudad a lo lejos.

- Es verdad - le comentó María - ya estoy harta de los caminos y no dormir en mi propia cama.

Su madre parecía haber olvidado completamente la discusión que habían tenido y el resto del viaje fue muy pacifico, pero lo que si continúo haciéndolo un viaje complicado fue la presencia de Andros.

En los días después de que la amenazara con su espada y llamara a eso como una lección, Andros había comenzado a actuar un poco diferente a como lo hacía antes. Parecía que cada vez era más amable con ella, lo cual la hacía sentir desconfianza de él, pues no tenía sentido que cambiara tan rápido su actitud hacia ella.

- El joven Andros parece estar impresionado - comentó la reina mientras miraba por la ventana - se nota a simple vista que nunca ha visto nada parecido.

- Mi reina - dijo uno de los caballeros que se asomo por la ventana - debo informarle que estén preparadas, pronto llegaremos.

- Lo sabemos, muchas gracias.

Cuando estuvieron frente a la puerta de la ciudad, los esperaba un recibimiento real. Los ciudadanos de la capital habían despejado la calle principal de la ciudad y la guardia de la ciudad formaba dos cordones de protección para que pasara el grupo del rey.

María pudo ver por la ventana como Andros miraba en todas las direcciones y mantenía una de sus manos sobre la empuñadura de su espada. Parecía estar muy exaltado por la cantidad de personas. Su padre que estaba en ese momento al frente de la columna, saludaba con su mano a los ciudadanos y sonreía con gracia.

Pasados unos minutos llegaron al centro de la ciudad, donde los comercios mostraban estar llenos de movimiento y vida. En el centro se erguía una estatua imponente de un antiguo rey, olvidado en el tiempo. Siguieron recorriendo la ciudad, hasta que estuvieron frente a las puertas de la fortaleza real, lugar desde donde gobernaba el rey y su corte. Las puertas los esperaban abiertas y el puente que estaba detrás se encontraba despejado para que pasaran los carros. La enorme zanja que estaba debajo del puente estaba repleta de enormes troncos afilados, incluso se podía llegar a ver huesos humanos si se observa con más atención. El muro que estaba del otro lado del puente era más alto que el primero y sus torres eran inmensas. Aquella fortaleza era la más imponente de todas las que se pudieran encontrar en todo el reino.

El patio principal estaba repleto de soldados y caballeros que los esperaban con los estandartes reales en lo alto. Varios miembros de la corte los esperaban en la escalera que daba a la entrada del palacio real. El patio se llenó de movimiento conforme iban entrando los caballeros y los carros llenos de sirvientes y el equipaje de todos.

Cuando bajó del carruaje junto con su madre, pudo ver como varios de los caballeros más veteranos de su padre se acercaban a Andros y lo saludaban, formando un enorme círculo a su alrededor. No entendía el porqué de aquella escena, pero hubo otra cosa que le llamó aún más la atención, vio como Thomas, uno de los hombres de mayor confianza de su madre se acercaba a Andros, cuando la multitud de caballeros se había ido, vio como Andros le entregaba lo que parecía ser un pergamino y como Thomas se perdía entre la multitud de personas y salía de la fortaleza en dirección a la ciudad.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora