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Como era de esperarse, lo primero que ocurrio cuando todo termino fue la reunión del consejo, un consejo que parecía haberse vuelto loco, pues cuando llego a la sala del consejo era casi una batalla campal de insultos y medias culpas lanzadas hacia todos lados. También en las afueras del palacio se habían reunido cientos de ciudadanos que exigían explicaciones de todo el caos que se había llevado a cabo en las calles de la ciudad, al parecer la ciudad de Nirde era tan grande que barrios enteros de ella habían visto desde lejos todo el horror que había acontecido.

Andros observaba a toda esa multitud desde una de las ventanas de la sala del consejo y justo cuando lord Mergk golpeaba la mesa exigiendo las cabezas de los responsables fue cuando una docena de caballeros reales entraron en un gran estruendo escoltando a la reina. Todos se callaron y observaron como María caminaba hacia ellos, los caballeros formaban un semicírculo alrededor de la mesa del consejo.

- Majestad - dijo lord Mergk al verla entrar - no sabe el alivio que siento al verla sana y salva.

La mirada de María era gélida, algo poco común de ver para Andros. Los miembros del consejo no tuvieron otra opción que guardar silencio ante la mirada de la reina.

- Lord Whitewood - dijo mirándolo a él que aún estaba parado junto al marco de la ventana - infórmenos de lo acontecido en las últimas horas y de cual es la situación actual.

Andros miró a su esposa y no pudo negarse a decir hasta la última palabra, era verdaderamente impresionante como había cambiado en los últimos años desde que la había conocido, había pasado de ser una princesa mimada y malcriada, a ser una reina que podía poner de rodillas a cualquiera con una simple mirada.

- Varios edificios fueron destruidos completamente por el fuego y aun no logramos contar a los muertos, pero lo que si logramos es detener las revueltas y atrapar más de una docena de hombres que son sospechosos de estar detrás del atentado y el caos que lo siguió.

Andros recordó el momento exacto en que junto con Malco y una docena de sus mercenarios entraron a golpe de espada por las puertas de una de las mansiones señoriales de la capital y se habían visto obligados a liquidar a más de veinte hombres para llegar a una biblioteca donde estaban escondidos doce hombres, nobles, mercaderes y extranjeros que lucharon con uñas y dientes contra Andros y sus hombres. Todos llevaban el mismo collar con una corona y dos halcones sujetándola desde sus extremos a una cadena de oro, casi idéntico a lo que había visto en ese estandarte años atrás en las cuevas.

- Supongo que ya llegó el momento de que se lo muestre - dijo entonces Andros buscando en sus bolsillos y sacó la docena de collares y los arrojó sobre la mesa para que todos los vieran.

Lord Beomont vio los collares con horror y luego miró a Andros, ambos entendieron al instante la mirada y los pensamientos del otro. Eso lo sorprendió, había alguien más que conocía el significado de ese símbolo.

- Los que parecían estar al mando llevaban estos collares - les contó Andros a todos.

- ¿A dónde los llevaron? - preguntó la reina - quiero que los interroguen.

Andros asintió.

- Están en el calabozo y cuando usted dé la orden serán interrogados por todos los medios que sean necesarios para obtener información.

- Pues doy la orden - dijo María con severidad - quiero información, haz lo que sea necesario Lord Whitewood.

Todos los miembros del consejo asintieron sin dudarlo.

- ¿Alguno sabe qué significa este símbolo? - pregunto María tomando uno de los collares entre sus manos.

Lord Beomont se acomodó en su silla y también tomó uno de los collares.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora