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Los días que siguieron a la muerte de su padre no fueron para nada agradables, después de todo no solo había perdido a su padre, el reino había perdido a su rey y ella como nueva reina aún no había sido coronada y parecía que había muchos atentados contra su vida. Ahora no podía moverse libremente y sin compañía, Andros que se había apoderado de toda organización de la seguridad y defensa, se encargó de que más de una docena de los mejores caballero de la corte la acompañarán como escolta en todo momento y para sorpresa de ella había puesto al mismo Ambras a protegerla. Ambras el mismo que nunca se apartaba de al lado de su esposo, al punto de ser su mano derecha y aquel a quien siempre confiaba su propia seguridad. Si Ambras la protegía, significaba que Andros verdaderamente estaba preocupado por su seguridad.

En los últimos días, apenas si tenía tiempo para mantener el luto por la pérdida de su padre, después de todo debía dirigir una nación y preparar su propia coronación, por fortuna contaba con su madre para la organización de la ceremonia y eso ayudaba a que se centrará en gobernar.

Con la muerte de su padre empezaron a llegar diferentes cartas y emisarios que venían de parte de vasallos, aliados o gobernantes de naciones vecinas, para presentar condolencias y reafirmar alianzas con ella. Deseaban varios acordar reuniones, para firmar nuevos acuerdos y discutir asuntos pendientes que había dejado su padre con ellos.

- El rey Valeram del reino de la Urna quiere que reafirme su compromiso a abrir los puertos para el comercio entre ambas naciones - le dijo uno de los escribas que leían las cartas para que María y todo su consejo pudiera discutir cómo proceder con cada una.

- Eso no es recomendable majestad - le confesó Lord Mergk que se encargaba de aconsejar sobre asuntos comerciales - el reino de la Urna suele comerciar con esclavos y como sabrá hace mas de doscientos años que esta prohibida la esclavitud en el reino. Si los dejáramos comerciar, seguramente podrían llegar a aparecer un trafico de mercado negro de esclavos en el reino.

Muchos de los presente parecían coincidir, hacia tanto tiempo que la esclavitud estaba prohibida en el reino de Alban que era inimaginable para cualquiera de sus habitantes, fuera noble o siervo, que a alguien se le prive de la libertad. Después de todo el reino tuvo su origen en una revuelta de esclavos que causó la independencia del territorio ante el antiguo imperio.

- Otro asunto a tener en cuenta sobre el comercio con nuestro vecinos del sur - dijo Lord Beaumont que era el encargado de aconsejar en asuntos de guerra - es que la frontera sur esté bien suministrada de defensas, si planeamos rechazar un tratado de comercio con algún reino vecino, debemos tener en cuenta las posibles consecuencias bélicas que podrían producirse.

- ¿Cree que pueda llevarnos a la guerra el rechazarlos? - le pregunto a Beaumont.

El noble se miró las manos y parecía algo complacido con la pregunta.

- Mi reina - comenzó con seriedad - algo que debe entender y creo que ya entiende, por la pregunta que ha hecho, es que la guerra puede empezar por las cosas más estúpidas que se pueda imaginar. El rechazo de un tratado de comercio, las aspiraciones de un noble fronterizo o incluso un insulto al rey, puede ser causa de guerra. Si, creo que el reino de la Urna podría querer guerra si nos negamos, por eso recomiendo que estemos preparados.

- No quiero una guerra - dijo con firmeza la reina - pero tampoco permitiré que se comercie con esclavos en este reino, no lo permitiré.

Los nobles consejeros parecían expectantes por ver que solución podría ocurrírsele a su nueva reina y María pensó, ¿Qué haría su padre en su lugar?. Su padre siempre hacía lo correcto, jamás había tomado una decisión que violara el código de honor del reino y mucho menos los derechos que el rey garantiza a sus ciudadanos. Pero si de algo estaba muy segura, era que su padre tampoco permitiría bajo ningún término una guerra que pudiera traer la ruina al reino.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora