41

472 40 0
                                    


El grito le llegó justo cuando se cruzó con el maestro Héctor que parecía dolido y ensimismado en sus pensamientos. Andros supo casi al instante que ese grito solo podía ser de alguien, María. Desenvainó su espada sin dudarlo un segundo y corrió escaleras arriba hasta encontrarse con la puerta abierta de las habitaciones que compartía con su esposa. Entró con la espada en alto, allí vio una figura alta vestida con ropas negras y con lo que claramente era una espada en sus manos, en la punta de esta había sangre. Vio que de detrás de su cama sobresalen unos pies que llevaba los zapatos de María

Algo dentro de Andros se quebró y sin tener un ápice de control sobre sí mismo saltó sobre la figura. El choque del acero contra el acero fue tan terrible que parecía que las espadas estuvieran gritando de agonía. Quien quiera que fuera la figura era fuerte, había logrado no solo repeler el ataque sino que también estaba allí parado manteniendo su postura con sus espadas enfrentadas, ambos estaban claramente empatados y sus espadas no paraban de chocar. En un momento logró que se acercara mucho a un mueble, la mesa otomana que le habían regalado años atrás, su oponente tropezó y terminó cayendo de espaldas sobre la mesa.

En un acto frenético al ver que tenía un respiro aprovecho para revisar cada centímetro de las estancias, eran tan grandes, tanto espacio inútil. No encontraba por ningún lado a María, hasta que noto que varios de los libros de una estantería estaban esparcidos por el suelo y entendió que María había recurrido a sus muy apreciados pasadizos para escapar, pero estaba herida, de eso podía estar seguro. Dos guardias reales entraron en ese momento.

- Majestad - gritó uno.

- No pierdan el tiempo carajo - les gritó apuntando el pasadizo - sigan a su reina, está herida.

Ambos caballeros reaccionaron al instante y corrieron en esa dirección, derribaron la estantería encontrando del otro lado unas largas escaleras y en sus escalones había pequeñas manchas de sangre. Antes de poder hacer nada, su enemigo se había levantado y corría en dirección a los caballeros con la espada en alto. Debía pararlo, si llegaba a ellos antes que él, podría acabar fácilmente con ellos mientras estaban distraídos ayudando a María.

Corrió detrás de él y entonces antes de que lograra entrar en el pasaje, Andros pateó con fuerza los restos de la estantería para bloquearle el paso y haciendo así que tropezara, la alta figura cayó y se dio de lleno contra los escalones en una caída terrible. Pero el bastardo logró levantarse rápidamente y esta vez pudo ver odio en sus ojos, se dio la vuelta y apuntó directamente contra el.

- Supongo que matarlo consorte - dijo con una voz melodiosa y cargada de desprecio - valdrá varias bolsas de oro, después de todo me pidieron matarlos a ambos, pensé que la reinita sería presa fácil, pero más que una reina parece una leona.

- Te juro - dijo Andros mientras su enemigo se acercaba - que te matare de la forma más horrible por lo que acabas de hacer.

Ambos chocaron nuevamente su acero, el despliegue de habilidad de ese hombre era verdaderamente increíble. Este no era un asesino, no, era una clase diferente de agente que nunca había visto en su vida. Su habilidad con la espada hacía dejar a las Lobas Glaumas como no más que un montón de tontas niñas con agujas.

El combate siguió, su enemigo no solo se dedicaba a atacar, se notaba que media cada movimiento, lo estaba estudiando, buscaba una debilidad. Y el muy bastardo la encontró. Mientras Andros retrocedía ante el implacable avance de su oponente, este comenzaba a lanzar ataques a sus piernas, lo cual tomó por sorpresa a Andros. Nunca había enfrentado a alguien que tuviera tanta noción de la adaptabilidad en el combate, estos nuevos ataques obligaron a Andros a tener que concentrarse más en esquivarlos con sus piernas o bloquear los ataques dirigidos al área inferior del cuerpo. Entonces su oponente finge atacar su pierna izquierda, pero entonces levantó la espada y la dejó caer verticalmente sobre Andros.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora