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Avanzaban lentamente, después de todo eran sus exploradores los que serían los encargados de decir cuando debían forzar la marcha. No sabían donde estaban sus enemigos, si por algo era famoso Lanza Sangrienta, era por saber cómo esconderse y como atacar en el momento adecuado. Era extraño, había marchado cientos de veces al norte con sus fuerzas, había ido en misión de exterminio o persecución para obtener represalias por los constantes saqueos a las aldeas. Pero esta vez se sentía diferente, se sentía como si por primera vez, esta marcha por fin significara algo.

Al igual que siempre marchaba al frente, a la vanguardia con sus hombres y los mercenarios de Malco, pues él se había ofrecido a estar en primera fila. En segundo lugar marchaban los hombres de las tribus que eran liderados por Kardus que a su vez era acompañado por sus dos primos y un centenar de veteranos de Las Diez Forjas. En el centro marchaban las tropas que el rey había enviado bajo el mando del señor Beaumont y al final en última fila, estaban los mejores hombres, los del norte, pues eran los más veteranos y curtidos, estarían a cargo de la retaguardia y de cubrir la retirada. El hombre a cargo no podía ser otro que el mismísimo señor de Las Diez Forjas, su tío Oscar.

- Ese lugar al que vamos - dijo Malco que estaba montando su caballo justo a su lado - el Fuerte, ¿es muy grande?.

- Es posiblemente la estructura más grande que se podría encontrar en las montañas, antes era una imponente fortificación, pero fue abandonada y terminó siendo consumida por el tiempo.

- Entonces, ¿por qué hay tanto problema por ese lugar? - preguntó con curiosidad - si se encuentra abandonado y en ruinas, ¿Por qué tratan de tomarlo?.

- Yo nunca dije que estuviera en ruinas - le respondió - más bien se podría decir que nadie logra retenerlo por mucho tiempo.

Malco parecía no entender mucho de lo que hablaba.

- Muchas de las tribus luchan continuamente entre sí y ninguna con la suficiente fuerza como para tomarlo y mantenerlo, si Lanza Sangrienta logra tomarlo, con las fuerzas que tiene ahora, podría enserio convertirse en un rey para todas las tribus.

- Los hombres que están allí en estos momentos, los de las tribus, ¿podrán retenerlo hasta nuestra llegada?.

Andros en ese momento consideró las posibilidades que tenían, si los hombres estacionados en esa fortaleza caían antes de que llegaran, se estarían enfrentando a una situación verdaderamente terrible, muchos hombres, más de los que podían enfrentar, en una posición muy ventajosa y encima animados por una victoria reciente.

- No estoy seguro, pero necesitamos que defiendan su posición, al menos por un día más, hasta que lleguemos.

- Tiempo en contra y un enemigo con todas las ventajas posibles - sentenció el inmenso mercenario mientras montaban - me encanta, estas son las clases de cosas que le dan sabor a mi vida.

La marcha continuaba, tenían planeado marchar todo el día con solo dos intervalos de dos horas, para que de esa manera pudieran llegar lo antes posible y sin estar tan agotados. Lo que más le sorprendió fue ver cómo los hombres del sur hacían gala de cumplir a rajatabla todos los estereotipos que tenían los hombres del norte de los del sur. Se quejaban del frío, se quejaban de tener que marchar de forma forzada por tanto tiempo y también se quejaban de tener que seguir las órdenes de hombres que no conocían.

- Seguiremos con la marcha - ordenó imperioso su tío, que dejaba ver claramente su enojo, si algo destacaba a su tío era su gran rechazo a la debilidad y los del sur no dejaban de darle razones para sacarlo de quicio.

- Mis hombres no pueden seguir a este ritmo - volvió a reclamar el señor Beaumont - no se han acostumbrado al clima y no pienso permitir que libren una batalla cansados y hambrientos.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora