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Los informes no dejaban de llegar, de cada rincón de todo el continente llegaban cartas dirigidas únicamente a Andros, todas ellas provenientes de la red de espías que mantenía el rey Guillermo a lo largo y ancho de todo el mundo conocido. Todas las cartas contenían los típicos informes detallados que solían recibir, pero además llegaban muestras de respeto al rey y a Andros como su nuevo empleador. Tenían informantes en lugares muy variados, en el reino de la Urna, sus vecinos del sur, en el principado de Reindlad y en las naciones más allá de las marcas orientales, los dominios de Ashterion.

Ahora que el rey había muerto, la guerra se acercaba. Aún no había un ejército que enfrentar o alzamientos que sofocar, pero sabía que no tardarían mucho en aparecer. Hacía dos años que no se había librado ninguna batalla, nunca en toda su vida había vivido un tiempo tan prolongado de paz, solo esperaba que eso no lo hubiera ablandado. Por fortuna para él, contaba con Malco, él y su gran cantidad de contactos en el mundo mercenario le había confirmado que todas las grandes compañías mercenarias ya se encontraban cumpliendo sus contratos en las lejanas tierras de oriente o más allá del mar del sur. Eso significaba que una de las principales fuentes de soldados y recursos enemigos estaban descartadas. Quien quiera que fuera su enemigo no podría recurrir a los mercenarios para engrosar sus filas.

Los informes que más le preocupaban eran los que provenían de más allá del mar occidental, de la tierra que antes era conocida como las tierras del sol, un lugar desconocido para la mayoría y los agentes que el rey había desplegado allí afirmaban lo peor. Un gran caudillo parecía disponer de una gran flota y un ejército inmenso, que según algunos de los agentes se preparaba para ser movilizada. Si era una casualidad o no, no era una buena noticia para ninguna nación que tuviera sus costas en el mar occidental. El rey había afirmado que el bastardo existía y aquel hombre no solía equivocarse, había sido posiblemente el hombre más inteligente que había conocido y si Guillermo estaba convencido de algo, tan convencido que hasta su último aliento creyó eso y le hizo jurar por su vida que le creía, entonces esa amenaza era simplemente real.

Andros solo podía suponer dos cosas, o el bastardo se movía tan bien por las sombras que los espías no lograban encontrarlo o esa supuesta flota que se preparaba más allá del mar estaba relacionada. A lo largo de la historia los hombres de más allá del mar habían llegado a las costas del continente y habían arrasado naciones completas. Pero eso había sido mucho antes de que reinos como el reino de Alban se alzaran como potencias, el reino de la Urna en el sur y la confederación Glauma al norte no serían fáciles de invadir, a menos que algo interno los debitará, como, la muerte de un rey y una lucha de sucesión.

Llamaron a la puerta y entonces por el umbral apareció un hombre muy mayor, que aún lograba reconocer. El viejo mercenario Alone estaba allí parado con su bastón en la mano y sus ropas finas. Se había retirado de la vida de mercenario tiempo después de su lucha en el norte, pero no por eso estaba dispuesto a prescindir de un hombre con tanta experiencia en la guerra, un hombre que había recorrido el mundo con espada en mano, librando batalla tras batalla con un sin número de enemigos diferentes. Ese hombre podría llegar a ser la clave para que Andros pudiera planear una estrategia que impidiera que el reino terminará en la ruina.

- Es placer volver a verlo, majestad - dijo con tosquedad.

Andros se dedicó a analizar rápidamente al hombre, mientras este se sentaba en una silla frente a él, caminaba muy bien para necesitar ese bastón y no estaba encorvado como esperarías de un hombre de su edad. Si de algo estaba seguro Andros al ver al mercenario era que así era como todo hombre desearía envejecer.

- No me llames majestad - dijo Andros dejando de lado un documento - no soy el rey, solo soy el consorte.

El mercenario al escuchar esto no se sintió para nada satisfecho, después de todo había conversado en repetidas ocasiones con el mercenario y los demás miembros del grupo de Malco y en algo coinciden todos, Andros debía ser el rey y si así lo deseaba, serian ellos los que lo pondrían allí. Alone en particular parecía decepcionado de él, era como si la idea de que un hombre no deseara que le entregaran un trono en bandeja de plata fuera un hombre loco.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora