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El dolor que recorría todo su cuerpo provenía en su totalidad del vientre, en donde vio una larga daga ser removida por una mano tan grande como la de un gigante. Miro el cielo nublado, vio como un enorme martillo destrozaba el pecho de un hombre que apuntaba la punta de una lanza a su rostro.

- ¡Ambras! - escuchó que gritaba furioso - vamos, lo he encontrado, cúbreme con tus hombres.

Escucho muchos pasos que lo rodeaban, muchos gritos, algunos golpes muy potentes.

- ¡Protejan al príncipe! - gritaron otros hombres y escuchó un gran choque, no uno, varios.

Se escucharon tantos ruidos diferentes que comenzó a dormirse, aunque no sabía si era eso o por lo cansado que estaba. Su cuerpo pesaba tanto que no lograba mover ni uno solo de sus dedos. Todo finalmente desapareció ante él. Solo pudo ver manos, un número incontable de manos que lo sostenían, que tiraban de él, que lo golpeaban y unas inmensas manos que siempre se apretaban contra su abdomen.

Un nuevo dolor apareció, era un dolor feroz tan potente que grito, grito tanto que sentía que la garganta se le estaba abriendo. Algo se estaba moviendo por todo su cuerpo, algo que quemaba como si estuviera encima de las llamas de una hoguera.

- Sostengan bien - escuchó que ordenaron - tu, maldita sea, tan grande y no puedes retenerlo, si se sigue moviendo no podremos cerrar la herida.

¿Quién se estaba moviendo?¿Acaso era él el que se movía? Eso no tenía sentido porque él no se movía, ni siquiera podía respirar.

- ¿Cómo se encuentra? - escuchó que preguntaban un par de voces muy agitadas.

No hubo respuesta, solo más gritos, y un ruido muy parecido al sonido que hacía la carne al ser puesta en la carne. Comenzó a sentir algo en ese momento, lograba respirar, lograba sentir ese dolor nuevamente y esta vez sí pudo saber que se estaba moviendo.

- Volvió a despertar - escuchó que decían con sorpresa - mierda, aun no vamos ni por la mitad - escuchó claramente el sonido que se escuchaba cuando golpeaban el metal con una roca - no te atrevas a soltarlo.

Podía ver, ahora si veía lo que ocurría a su alrededor, vio a Malco con la cara cubierta de sangre y enormes lagrimones cayendo por sus pómulos. A su derecha vio a varios ancianos que no paraban de tocar su cuerpo, eran rápidos y se movían con gran destreza. Lograba sentir puntadas, muchas, tan rápidas y ligeras que parecía que en vez de cocer la carne, conocieran dos pedazos de tela para unirlos.

- Que beba la poción - dijo otra voz muy molesta - que la beba toda, vamos, apúrense antes de que vuelva completamente en sí.

Sintió que una mano se apretaba alrededor de su mandíbula y que otra le abría la boca tapando los orificios nasales. Un líquido entonces cayó en su garganta y poco a poco se fue acumulando en su boca, finalmente le cerraron la boca a la vez que siguen tapando su nariz, no tuvo más opción que tragar todo ese líquido tan horrible, no tardó mucho en sentir que se desvanecía, las personas que lo rodeaban comenzaron a ser simples figuras negras y finalmente todo se oscureció.

Volvió a escuchar los gritos, los inconfundibles choques del acero y nuevamente sentía la sensación de tener su espada entre sus manos. Abrió los ojos para encontrarse rodeado de casas de madera y árboles. En frente de él pudo ver a tres hombres que reían mientras golpeaban a un pobre anciano con palos, se dio cuenta en ese momento que no era tan alto como antes y de que no podría enfrentarlos. Pero su espada era la misma de siempre.

- Acabaremos con todos en esta maldita aldea - gritó uno mientras daba un golpe terrible al anciano en la cabeza, eso terminó por matar al viejo, que había dejado de moverse.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora