24

474 36 3
                                    


Andros volvió luego de una hora, pero el enviado no, su esposo les dijo que el señor Blacksong ya estaba agotado, no solo por los festejos sino por el largo viaje que había llevado a cabo para llegar a tiempo a los festejos. Pero María pudo ver que metía, su mano no dejaba de flexionarse y sus dedos se movían frenéticamente por debajo de su capa.

La fiesta continuó de forma normal, los invitados bailaron, bebieron y comieron hasta el hartazgo. Poco antes de que el sol se pusiera fue cuando ambos se levantaron, era costumbre que cuando el sol se pusiera, la pareja cerrará la festividad bailando una pieza frente a todos, para luego hacer un último brindis.

María camino junto a Andros hasta que estuvieron en el medio de todo, todas las miradas estaban clavadas en ellos nuevamente. Ambos se enfrentaron y extendieron sus manos izquierda, dieron una palma y mientras sus manos estaban juntas caminaron en círculos, dieron dos vueltas y juntaron las manos derechas, dieron dos vueltas más. De esa manera comenzó un baile, ordenado y bien estructurado, seguido por un compás de aplausos y notas musicales de un sin fin de instrumentos. Cuando el baile había terminado, fue cuando ocurrió lo que más temía, era el momento del encamamiento. La pareja debía retirarse a la privacidad de sus estancias y consumar su matrimonio. El ver que su esposo no parecía estar para nada nervioso, la hizo sentir aún más miedo, era como si no le importara lo que tuvieran que hacer, como si la única persona que le estuviera dando importancia fuera ella.

Fueron seguidos hasta la entrada de su alcoba y los que entraron con ellos, fueron únicamente sus padres y el sacerdote.

- Como en todo matrimonio - comenzó a narrar el anciano - su principal propósito es tener con quien compartir el camino de la vida y con el cual procrear a los nuevos habitantes de este mundo. Es la voluntad de los dioses.

Dicho esto, el anciano tocó la frente de ambos con el dedo índice en el cual también había aceite. Con el ritual terminado los dejaron solos en la habitación.

Lo primero que hizo Andros al quedarse solos fue quitarse la capa y colocarla en uno de los bordes de la cama, para luego acercarse a una de las mesas en las cuales había una botella de lo que parecía ser vino.

María lo que hizo fue sentarse en la cama y quitarse los zapatos, también empezó a quitarse las joyas que decoraban su cuello, dedos y orejas. Andros le entregó lo que parecía ser una copa de vino y al olerla confirmó que sí lo era. Había bebido mucho, pero aun no lograba emborracharse, pensaba que de esa manera sería más sencillo llevar a cabo el acto. Escucho un ruido que le resultó inconfundible, era el sonido que hacía una silla cuando era arrastrada por el suelo, cuando levanto la mirada, vio que Andros había acercado una silla y estaba sentado frente a ella.

- Bueno, creo que ya conseguiste lo que querías - le dijo antes de beber el contenido de su copa - para serte sincero, prefiero el licor antes que el vino.

María no dijo nada, solo dejó la copa a un lado y comenzó a desatar los lazos de su vestido. Andros la miro, aunque parecía mas disgustado que impresionado, tampoco parecía indiferente como era habitual, no lograba leer lo que podría pasar por su mente.

- Se puede saber, ¿Qué estás haciendo? - le dijo tajante antes de detenerla con sus manos.

- Nosotros, nosotros tenemos que - le dijo angustiada.

- Nosotros no tenemos que hacer nada - le dijo secamente y con los ojos clavados en los suyos - y mucho menos cuando estás cagada del susto.

Se sorprendió ante lo que estaba escuchando, ¿en serio le estaba diciendo eso?.

- Es nuestra obligación - le dijo reprochando.

- Pues a la mierda nuestras obligaciones, lo que pasa en esta habitación se queda aquí - le dijo soltándola y tomando las dos copas.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora