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Andros se sentía extraño al recorrer las calles de la ciudad, pues todos creían que había muerto en el ataque a su esposa en el Templo Máximo. Los soldados y capitanes a los que les daba órdenes quedaban horrorizados al verlo, pensando que era un fantasma o alguna estupidez por el estilo. Después de todo eran muy pocos los que conocen su orden, había preparado esa orden, la de que gritaran su muerte ante todos si es que llegaban a ser atacados en la coronación. Todo con el objetivo de despistar a sus atacantes, la idea era simple, aislar a su esposa y ponerla a salvo lo más rápidamente posible, para eso necesitaba que todos los presentes solo se centraran en salvarla a ella, necesitaba que Ambras la salvara y si él estaba vivo sabía que Ambras no se iría del templo, no si cabía la posibilidad de que pudiera salvar a Andros.

Las cosas en la ciudad estaban mal, le habían llegado los informes de que muchos de los comerciantes más importantes de la ciudad fueron encontrados muertos y que eran impostores los que se presentaron en su lugar en la coronación. Era una estrategia brillante ante los ojos de Andros, no solo podrían haber acabado con María, también habían acabado con muchos de los hombres más ricos de la ciudad y a su vez causado el caos generalizado en la mismísima capital del reino de Alban. Varios de los barrios más pobres estaban ardiendo, al parecer también habían traído saboteadores, mercenarios especializados en la destrucción y creación de situaciones como en la que se encontraban.

La guarnición de la ciudad estaba conformada por más de tres mil hombres de armas, pero no serían suficientes para sofocar los disturbios, además necesitaba registrar toda la ciudad, hasta el último habitante debía ser registrado e interrogado para eliminar toda amenaza interna. En esos momentos odiaba que aquella ciudad fuera la metrópolis que era, tantas personas, todas siendo sospechosas de ser agentes enemigos y ser cómplices del ataque que habían sufrido, porque todos los asesinos que habían participado en el atentado eran demasiados y seguramente llevaban semanas o quizá meses entrando en la ciudad de forma periódica para así no llamar la atención. Por fortuna para Andros contaba con una carta del triunfo, Malco y sus mercenarios.

- Bien - dijo el mercenario mientras se reunía con él en la casa que utilizaba como cuartel de operaciones - hemos logrado identificar a más de una docena de pequeños comerciantes que llegaron a la ciudad en las últimas semanas, todos desaparecieron, supongo que podremos encontrarlos entre los cadáveres de los asesinos.

- Venían acompañados imagino - le dijo Andros mientras estudiaba el mapa de la ciudad que estaba sobre la mesa.

El mercenario asintió y se sirvió una copa de cerveza.

- Todos los comerciantes por humildes que sean contratan protección para los caminos - le explico el mercenario - en este caso seguramente los guardias serían los asesinos o saboteadores que aún no logramos encontrar por ningún lado.

- Sigue como hasta ahora - le ordenó al mercenario, que instintivamente asintió - yo organizare a la guardia para que la ciudad deje de arder, pero serán tus mercenarios los que se encarguen de encontrar a los demás cómplices del atentado.

El mercenario terminó su copa y le dedicó un saludo, salió por la puerta y dejó a Andros completamente solo, viendo como en el mapa se logra plasmar la situación de la ciudad. Las calles principales de la ciudad estaban infestadas de personas, pero esas no eran las que causaban el caos, eran las que buscaban refugio en campo abierto alejados de los que se dedicaban a saquear y quemar edificios. Era eso lo que dificulta en gran medida su trabajo, los saboteadores se encontraban mezclados con las turbas de ciudadanos que no entendían lo que realmente estaba pasando y el miedo los inclinaba a la violencia.

Pero el que definitivamente era el sector más complicado de la ciudad era el sector sur, después de todo, allí era donde había comenzado todo, el templo ahora mismo se encontraba completamente abandonado y muchos de los sacerdotes habían resultado heridos durante el combate. Los palacios gremiales de arquitectura antigua ardían en la noche y en su interior habían logrado encontrar los restos de los comerciantes suplantados. Esto había sido planeado tan meticulosamente y en secreto que Andros se sentía impotente, por primera vez en años se sentía incapaz de hacer lo que debía. En la ciudad debían vivir fácilmente un millón de personas, un número aterrador en opinión de Andros, pues ni en todo el norte en su gran extensión viven tantas personas y estaban todas allí amontonadas tras los muros de la ciudad.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora