El Consorte

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Andros solo podía agradecer que Maria no estuviera allí para ver como la ciudad ardía por la gran lluvia de proyectiles de fuego que su enemigos habían descargado sobre la ciudad. Lucharon por más de cuatro días en las murallas repeliendo ataque tras ataque, pero sus enemigos no parecen tener intención de retroceder. Empezaron a disparar directamente contra la puerta para derribarla, se habían cansado de atacar las murallas con escaleras y arietes, pues perdían muchos hombres y cada vez eran rechazados. Por eso decidieron poner las catapultas justo delante de la puerta y por más de medio dia se dedicaron a lanzar todo lo que tenían, era tal la destrucción que esa parte de la muralla casi habia sido por completo derribada y entonces no tuvo más opción que replegar a sus hombres y esperar que el enemigo entrara.

Las puertas habían caído, la interminable horda de enemigos comenzaban a infestar cada rincón de la ciudad, sus hombres mantenían su posición en la calle principal de la ciudad, debían mantener la posición, debían defender la principal entrada al baluarte real. Pero el enemigo no dejaba de avanzar, Andros sentía la fatiga y el dolor de las heridas que cubrían gran parte de su cuerpo, pero algo le impedía caerse del dolor. Retrocedían, pero no sin dejar a miles de sus enemigos en las calles. Las llamas consumían gran parte de los edificios que los rodeaban y el calor que se sentía en ese momento era insoportable.

Su oponente lo atacó con destreza, llevaba un hacha a dos manos, esquivó su ataque, pero cuando intentó contraatacar, su ataque fue bloqueado por un segundo enemigo que lo golpeó en el rostro con el puño. Andros retrocedio y el enemigo del hacha volvio a atacar, esta vez fue un ataque horizontal en el cual descargo todo el peso de su cuerpo, intentar detenerlo hubiera sido un suicidio haci que no tuvo mas opcion que volver a esquivar, entonces ataco el segundo enemigo con una estocada, Andros la bloqueo, desvio su ataque y le rebano el cuello, pero no tuvo el tiempo para esquivar el ultimo ataque del enemigo del hacha, que logro golpearlo en el hombro con el mango del hacha haciendo que retrocediera y perdiera el equilibrio. Su enemigo no le dio tiempo para recuperarse, lo atacó con destreza asesina y esta vez no tuvo más opción que recibir el ataque con su espada. Tomó la espada por la empuñadura y por la punta de la hoja, así logró detener el ataque y golpeó el rostro del atacante con el codo mientras giraba, penetró su pecho con la punta de su espada, pero al liberar su espada otro mas cargó contra el.

Andros retrocedía cada paso mientras bloqueaba y contraatacar en contra de sus enemigos, sus hombres estaban cansados, llevaban días enteros luchando sin siquiera tener tiempo suficiente como para descansar o comer como era debido, y su moral ya no importaba, solo luchaban para mantenerse con vida.

Lograron llegar hasta la plaza principal y más allá de esta se encontraba la entrada al castillo donde más de sus hombres se preparaban para defender su posición.

- ¡Retrocedan - ordenó mientras liberaba su espada de la espalda de un enemigo - defiendan la plaza, arqueros ahora!.

Una gran descarga de flechas detuvo en seco el avance de sus enemigos, los cuales cayeron por cientos. Sus hombres retrocedieron y empezaron a formar una columna para defender la plaza, sus arqueros desde lo alto de los muros de la fortaleza no dejaban de disparar todo lo que tenían en contra de las fuerzas enemigas. Eso sirvió de mucho, Andros logró recuperar un poco de aliento y sus hombres empezaban a formar un nuevo muro de escudo, se preparaban para enfrentar su próxima carga.

Andros sentía que su espada pesaba demasiado, sintió una punzada terrible en uno de sus costados, se llevó una mano allí, sintió aún más dolor, cuando vio su mano encontró que estaba completamente cubierta de sangre. Estaba cansado, muy cansado, sentía que nada tenía sentido, ¿porque debería seguir luchando?, ¿qué sentido tiene ahora?. Habia luchado toda su vida, cientos, posiblemente miles de hombres habían muerto a sus manos y muchos más habían sufrido bajo su mando o cayeron contra sus fuerzas. Tanta muerte, tantas vidas acabadas y tanta sangre derramada por nada. Miró con preocupación a sus hombres, sus miradas frenéticas, sus respiraciones cansadas, sus armas cubiertas de sangre, sus heridas que ignoraban por la adrenalina del momento. Estaba harto de esto, estaba harto de la sangre, de la muerte, odiaba la sensación de la empuñadura de la espada entre sus manos.

Estuvo a punto de dejar caer su espada. Pero no lo hizo, la sujetó con ambas manos y dejo que todas sus dudas lo abandonaran, no estaba luchando porque quisiera, no estaba allí por sus propios deseos, no luchaba por el placer de matar a los hombres, no, lo hacía porque ese era su deber, habia nacido como Andros Whitewood, era el consorte de la reina Maria y luchaba porque ese era el deber de un hombre, debía proteger a la mujer que amaba, debía luchar por aquellos que luchaban por el y si el destino de los hombres era la muerte en el campo de batalla, debía aceptarla.

Sus enemigos cargaron, Andros tomó un escudo y se preparó junto con todos los demás, el choque de fuerza bruta fue terrible, una lanza casi le atraviesa la cabeza, pero logró esquivar y lanzó una estocada que acabó con la vida de un enemigo, otro mas ocupo su lugar, este atacó a sus pies, pero Andros retrocedió un paso y desvió las espada de su oponente mientras golpeaba su cabeza con el escudo, atravesó su abdomen con el filo de su espada, otros más ocuparon siempre el mismo lugar frente a él, y uno tras otro fueron cayendo, Andros empezó a sentir que su brazo se movía cada vez más lento, sus fuerzas lo abandonaban, por primera vez en su vida empezó a sentirse débil por el cansancio.

- ¡Sigan luchando! - gritó mientras golpeaba el escudo de su enemigo - ¡no cedan un solo paso!.

Andros desvió la estocada de otro y lo atravesó en el cuello. Uno de sus enemigos golpeó con tanta fuerza que su escudo quedó destrozado, lo soltó y le cercenó una de las piernas, para luego rematarlo en el suelo.

- ¡Vamos! - gritó con furia y arremetió contra su enemigo y lo degolló.

Bloqueo el ataque de dos enemigos y cortó la mano de un tercero, atravesó el muslo de otro y metió su espada justo en la unión de la armadura de un caballero que se abalanzó sobre él acabando con su vida en un instante. Sus hombres los siguieron y lograron abrir una gran brecha entre las filas enemigas acabando con todo lo que se ponía en frente de él.

- ¡Aprovechen el momento! - grito - ¡retrocedan hasta el baluarte, bajen la reja y levanten el puente levadizo!.

Los hombres siguieron avanzando mientras el grueso de lo que quedaba de los defensores entraban al baluarte, Andros comenzó a retroceder y las flechas de sus arqueros cubrieron su retirada.

Retrocedió sin darle la espalda a sus enemigos y entonces sintió una molestia en el pecho, se miró y vio una flecha clavada allí. Andros la tomó con su mano y empezó a quitarla, pero entonces la impactó otra justo debajo en el abdomen, Andros dio un paso atrás miro en todas direcciones para ver quien le disparaba, pero otra flecha también lo alcanzó en el hombro y rápidamente otra la siguió en el lado derecho de su pecho.

Andros escuchaba los gritos y el choque de espadas, dejó caer su espada, su fuerza lo abandonó y terminó cayendo su mirada se perdía, no sabía que estaba pasando, pero supo que chocó contra el suelo, pero ya no sentía nada. Miro el cielo nocturno embelesado por el brillo de las estrellas.

Pensó en Maria, no quería morir, no quería que todo acabara así, quería estar con su esposa, quería tener hijos, quería que verlos crecer y enseñarle a montar a caballo. Quería vivir.

- Maria - dijo con un susurro - perdóname.

Entonces todo fue oscuridad.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora