25

601 45 1
                                    


Tal y como se tenía planeado, el día posterior a la ceremonia se llevaron a cabo dos torneos para concluir la celebración. Un torneo de justas y otro de combates cuerpo a cuerpo, toda la corte, incluidos los caballeros parecían muy emocionados por ellos. Andros en lo personal no lograba darle un sentido razonable a los torneos, que impulsaba a esos caballeros a luchar en ellos. Si querían luchar, solo debían tomar una espada e ir al campo de entrenamiento y era seguro que encontrarán con quien practicar. Si lo que querían era gloria, pues la única forma de obtenerla era en el campo de batalla, el de verdad. Era triste de cierta forma ver como una clase de guerreros iban perdiendo su verdadero propósito y forma de vida, los caballeros eran guerreros, guerreros del honor y de la defensa de los inocentes. ¿Qué son estos caballeros que lo rodeaban en todos lados? simples aspirantes deseosos de gloria, no eran nada en comparación con lo que fueron en el pasado, como se diría, no eran nada más que una sombra del pasado.

Como le habían ordenado, debía participar por lo menos en uno de aquellos torneos, pues era una formalidad y a la vez una demostración de las competencias en el uso de las armas de un nuevo consorte. Como no soportaba la idea de arriesgar a Valor, su caballo favorito y regalo de su tío, decidió luchar en el combate cuerpo a cuerpo, no le gustaba, pero no pudo evitar sentirse emocionado por la idea de derribar a esos sureños intolerables.

El rey en persona entró en su tienda, donde dos de sus hombres lo preparaban para la lucha. Por fuera de la tienda aún se llevaba a cabo la última justa del torneo, al parecer ambos jinetes eran muy buenos, pues ya habían roto más de siete lanzas. Pero el rey era lo que más apremiante en ese momento.

- Bien "yerno" - dijo caminando hacia él y quedando justo en frente - ahora eres miembro de esta familia.

Andros simplemente asintió y revisó que los guanteletes estuvieran bien ajustados.

- Bien "suegro" - le dijo siguiendo el juego del rey, que parecía estar satisfecho - ¿Qué necesita de mi?, o solo vino a desearme suerte.

- Solo vengo a meter una muy brillante idea en tu ingeniosa cabeza - dijo mirando a los dos hombres que estaban junto a ellos en la tienda, parecía querer preguntar si eran de confianza, fue una conversación de miradas, los cuatro hombres mirándose y sus sonrisas dibujadas en las caras de todos - ¿sabes quienes participan en la competencia de cuerpo a cuerpo?.

Andros asintió, se lo habían repetido tantas veces, que se sabía todos los protocolos que pudieran tener en este lugar.

- Pues, deberías tener en cuenta a los mejores luchadores, muchos serán mercenarios o simples soldados del ejército - comentó con sus ojos clavados en el mástil del centro y que mantenía toda la estructura - luchadores hábiles y de tu gusto.

- Creo entender de qué habla - le dijo tomando su espada y probando su balance - ¿tengo permiso entonces?.

El rey asintió y golpeó su coraza con el puño en un gesto amistoso.

- Veo cómo ves a todo lo que nos rodea - dijo mientras se dirigía a la entrada - te doy libertad, crea tu propia orden, un consorte necesita soldados.

Cuando el rey salió se escucharon gritos, gritos de emoción y exaltación del público, al parecer la gran final se había terminado y uno de los jinetes había logrado descabalgar a su oponente. Eso significaba que cuando terminaran de preparar el campo podrían comenzar la competencia de combate a pie.

Estaba listo, la armadura estaba preparada, su espada estaba perfectamente balanceada, su escudo era nuevo, uno de los muchos regalos que le habían ofrecido el día anterior, era muy bueno, un madera resistente y pesada, en forma de lágrima y con un roble blanco coronado con hojas negras y dos espadas cruzadas en el medio. Pero ya no era el símbolo de su familia, pues a este le habían agregado algo, una corona de plata engarzada en esmeraldas. Era su nueva heráldica como consorte.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora