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Cuando Maria volvió a abrir los ojos lo único que se encontraba frente a ella era el techo de una habitación, una habitación que no era la suya, no fue difícil entender que ya no se encontraba en su palacio. Mientras despertaba, con gran dificultad, sus sentidos volvieron a agudizarse y empezó a escuchar voces, voces que provenían de esa misma habitación. Intentó levantarse, pero se sentía muy débil, fue con un esfuerzo desmedido que logró apoyar su espalda contra el respaldo de su cama y así poder ver en su totalidad aquellas estancias. Las reconoció casi al instante, habia estado allí en más de una ocasión, eran las habitaciones de Andros en Las Diez Forjas, entendió en ese momento lo que habia pasado, Andros la habia drogado, la habia dormido para que fuera fácil sacarla de la ciudad y ponerla a salvo como tanto le habia insistido. Las personas que estaban en la habitación con ella eran tres, las tres eran mujeres, una era Keyla, su amiga que vestia un vestido gris sencillo y tenia sus cabellos rubios cenicientos atados en una laga trenza que le caia por la espalda, su amiga estaba alli sentada con otras dos, con las que parecia estar tomando el te, a las otras dos tambien logro reconocerlas sin dificultas, ambas eran altas y de cabellos rojos, con el rostro cubierto de pecas, lo unico que lograba diferenciarlas era el color de sus hojos, pues mientras que Tacia tenia ojos azules, su hermana menor Casia los tenia de color verde.

- Que... - dijo intentando hablar Maria, pero lo único que salió fue un susurro ahogado, tenía la garganta tan seca que sentía que se le desgarraba con el simple hecho de querer hablar.

Como resultado de su intento de comunicarse empezó a toser desenfrenadamente, llamando la atención de las mujeres que saltaron preocupadas hacia ella. Keyla la abrazo, Tacia se sentó a su lado preocupada y le habia comenzado a masajear la espalda, su hermana corrió hasta una mesa que tenían cerca y le trajo un vaso de agua.

Maria tomó el vaso que le ofrecía Casia y se lo termino en cuestion de unos segundo.

- Más - dijo desesperada con una voz que poco a poco parecía volver a parecerse a la de ella.

La joven asintió mientras tomaba la copa, las demás le siguieron masajeando la espalda. Maria se sentía horrible, le dolía todo el cuerpo y se sentía vacía, entonces noto la terrible hambre que sentía.

- Comida - dijo desesperada mientras tomaba el segundo vaso que le ofrecía Casia - por favor.

Casia volvió rápidamente de la mesa con pan, queso y fruta. Las tres mujeres la miraron complacidas mientras devoraba la comida que tenía delante, era comida común y corriente, casi se la podía llamar comida en comparación con los platillos que disfrutaba en la capital, pero fue posiblemente la mejor comida que habia probado en mucho tiempo.

Cuando terminó de comer Casia se llevó el plato y Maria se relajo satisfecha por saciar su hambre.

- Diganme que ha pasado - dijo Maria cruzándose de brazos.

Las mujeres se miraron entre ellas y luego de intercambiar miradas las tres asintieron en forma de aprobación.

- Maria - dijo Keyla mientras se sentaba en la cama frente a ella - estas en Las Diez Forjas, en el norte.

- Eso lo sé Keyla - le dijo disgustada - reconocería siempre la habitación de mi esposo.

Su amiga asintió.

- Si sabes eso - dijo su amiga - entonces entiendes ligeramente qué fue lo que pasó.

Maria asintió.

- Bueno - dijo poniéndose nerviosa su amiga - lo que pasó fue que Andros, el consorte, decidió que tú debías abandonar la ciudad y quedarte en un lugar más seguro para ti.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora