Su esposo no le había ni dirigido la mirada en todo el día, como si lo que había pasado la noche anterior no existiera en su memoria, pero ella lo recordaba a la perfección y de cierta manera tampoco podía mirarlo a los ojos. Hania leído y le habían contado muchas veces como era el sexo, pero lo que había pasado había superado todas sus expectativas y eso la había sentir vergüenza, había mostrado a su esposo un lado que ella nunca había mostrado a nadie, un lado que ni ella conocía de si misma.
Pasó el día entero en el carruaje que le habían asignado a ella y a uno de los sacerdotes de su padre, que era el encargado de santificar a los hombres antes del combate, una tradición muy antigua entre los hombres del sur.
- Nunca en mi vida he ido al norte - dijo el hombre que no tendría más de cincuenta años - dicen que aún allí adoran a los dioses antiguos.
El sacerdote resultaba ser una compañía interesante, pues no era como los demás sacerdotes que había conocido a lo largo de su vida, este en particular parecía más un mercenario que otra cosa, era a los que se denominaba en la corte, como santo de muerte, uno de aquellos hombres santos que viajaba por la tierra santificando a los ejércitos antes de la matanza y enterraba a los caídos. Una labor muy honorable a su entender, pero repudiada por muchos que creían que los sacerdotes sólo debían dedicar su vida a la adoración y a la rectitud.
- ¿Sabe qué dioses adoraban los Whitewood majestad? - le pregunto con interés.
María apreciaba que aquel hombre intentara sacarle tema de conversación, hacia que el largo y abrupto viaje que llevaban a cabo por las órdenes de marcha forzada de su esposo, fuera más tolerable.
- No conozco a los dioses antiguos de los que habla - le respondió, lo cual se reflejó en un rostro de desilusión en el sacerdote, María entonces recordó lo que había hecho su esposo la noche anterior a su partida - pero creo que una noche escuche a mi esposo orar en una lengua que no entendía, le pedía a un tal Rior.
Los ojos del sacerdote se llenaron de emoción.
- Nunca había conocido a un adorador de los dioses latinos, Rior es el dios del conocimiento y de la resistencia, los hombre le piden sabiduría y la fuerza para aguantar el peso sobre sus hombros.
- Usted viajó mucho, no puedo creer que sea la primera vez que se encuentra con un adorador de esos dioses.
- Créame majestad, desde que se produjo la gran purga, no quedan muchos que adoran a estos dioses libremente y mucho menos en público.
- ¿Usted no lo desaprueba? - preguntó la princesa, pues mas raro que el sacerdote, era encontrar a un sacerdote que no reprenda la adoración de otros dioses que no fueran los suyos.
- Que esto quede entre nosotros princesa - dijo con una sonrisa pícara en sus labios - pero la mayoría, una muy grande, de los sacerdotes de nuestra fe, no son muy versados, se limitan a estudiar los libros santos y a cumplir roles dentro de la iglesia, pero nada más.
- ¿Estas diciendo que son holgazanes?.
El sacerdote negó rotundamente con la cabeza.
- No se trata de ser holgazán, se trata de ser ignorante, pudiendo abarcar una gran cantidad de conocimientos, prefieren quedarse con lo ya aprendido y no buscar más conocimientos - mientras decía esto acariciaba una tela que se usaba para tapar las ventanas - he recorrido todo el continente, he conocido a mucha gente, con idiomas, religiones y culturas muy diferentes a las nuestras, viajar majestad, abre los ojos y la mente, también reforzó mi fe, pero la fe es hacia dios y sus hijos, no hacia una institución como la iglesia.
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El Consorte y La Reina
FantasyUn rey busca desesperadamente un esposo para su única hija y heredera Maria, elige entonces al joven Andros Whitewood por sus conocidas cualidades bélicas, para que de esa manera su hija cuente con un consorte fuerte cuando llegue su momento de gobe...