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Como habían previsto una importante fuerza enemiga se encontraba frente a Sinca, esperando el momento para atacar y tomar aquella ciudad. Pero Andros ya llevaba más de cuatro días en la ciudad preparándose para el asalto y sabía muy bien que debía enfrentarlos en campo abierto, no podía meter a todas sus fuerzas en aquella ciudad con todos los que vivian alli, si se llegaba a establecer un asedio la ciudad sufriría y sus fuerzas podrían llegar a sucumbir al hambre o la enfermedad. Habia establecido un frente justo delante de las puertas principales de la ciudad, un lugar donde esperaba que las fuerzas enemigas no pudieran rodearlos y atacar en su retaguardia. En cambio habia enviado a su caballería a una posición escondida, una en la cual podrían aguardar hasta que llegara el momento de atacar a sus enemigos por la retaguardia o algún flanco que se descubriera demasiado en la batalla.

La ciudad de Sinca era incluso más grande que Nirde, pero no contaba con las mismas defensas, sus murallas eran más bajas y tenían menos baluartes defendibles, eso resultaba en que solo funcionaran para evitar que entraran sus enemigos, pero no para una defensa como la que deberían imponer a sus enemigos. Además, habia algo incluso peor, todos los edificios, al menos en su mayoría estaban hechos de madera, lo cual podría resultar en un incendio incontrolable incluso peor al que habían enfrentado en Nirde en el atentado contra la vida de Maria, no podía permitir que esa ciudad terminará hecha cenizas por un ataque enemigo.

Los preparativos para la defensa se complicaron cuando muchos de los hombres de Redsea se negaron a seguir luchando, pues sus enemigos habían hecho que corriera la voz de que su único objetivo era Andros y la reina Maria, que el pueblo no tenía porque sufrir por un par de reyes egoístas, eso solo causo que un levantamiento entre sus filas se llevará a cabo, más de dos mil hombres habían sido reprimidos y encarcelados en Sinca, la moral de sus hombres estaba por los suelos, ni siquiera la victoria que habían tenido en la costa parecía ayudar, debían luchar ahora, antes de que su ejército cayera por sí mismo en pedazos. Por fortuna tenía a los mercenarios que Alone y Malco habían reunido para él, esos hombres querían luchar, su moral era inamovible por los acontecimientos, sabían que tendrían lo que merecían cuando ganaran la guerra para Maria, Andros se habia encargado de comprarlos.

Andros dispuso sus fuerzas en cuatro filas, una primera fila de infantería que formaba un muro de escudos, una segunda de arqueros que disparan al enemigo mientras se acercaba, una tercera fila también de infantería que estaría formada por los mejores y más veteranos de su ejército y una última fila en la cual se encontraban los hombres que Maria le habia enviado al mando de Beomont. Al mando de la caballería habia puesto al esposo de Keyla que tomó la posición como un honor, pero Andros lo hizo por Maria, sabia muy bien que en esos momentos debía de estar lamentando enviar a tantos hombres a la muerte y que el esposo de su mejor amiga estuviera entre ellos. Y no habia mejor manera de ponerlo a salvo que al mando de la caballería, la única fuerza que entraría en combate cuando fuera necesario.

Andros se preparaba cuando Alone junto con Malco entraron en la habitación del cuartel en donde se encontraba. Ambos visten sus armaduras y llevaban sus armas envainadas.

- ¿Qué ocurre? - preguntó a los mercenarios.

- Venimos a pedirte algo - dijo Malco, hablaba con seriedad - queremos que te vayas.

Andros se encargaba de atar las correas de su armadura y al escuchar las palabras que salieron de la boca de su amigo lo miró fijamente.

- ¿Qué mierda estás diciendo? - le pregunto fríamente.

Ambos se miraron mutuamente y vio como se asienten, como si acordaran algo. Andros por instinto llevó su mano al mango de su espada que estaba sobre la mesa.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora