No podía creer lo que le estaba contando Andros. ¿Enserio un ejército se acercaba desde el otro lado del mar?. La amenaza de la guerra parecía inminente. Pero algo que la asustaba aún más que eso, era todo lo que le habían ocultado Andros y su difunto padre durante esos años.
- ¿Por qué nunca me contaste nada de esto? - le preguntó amenazante mientras lo empujaba contra la pared de su alcoba - ¿cuantos otros secretos tienes oculto?.
Andros no dijo nada, ya había dicho mucho, ya había revelado suficientes cosas como para que Maria explotara. Su padre resultaba tener una red tan extensa de espías que le dio terror y muchos de los informes que Andros le había entregado la perturbaron.
- Le prometí a tu padre antes de morir - dijo Andros entonces mientras se miraba las manos - le prometí que haría lo que fuera necesario para mantenerte a salvo y la única forma es que estés al tanto de lo que se viene.
- Eso no importa - le gritó a su esposo - ¿cómo pudiste esconder eso de mi?.
Andros no dijo nada simplemente inclinó la cabeza.
- Ahora el reino está en peligro, ahora tendremos que hacer todo lo posible por detener a ese ejército - siguió gritando, aun no entendía porque lo hacia, pero ya no podía controlarse - yo soy la reina y tu mi consorte, tu deber como esposo y súbdito era contarme todo antes siquiera de que mi padre muriera.
Maria le dio la espalda y en su mente comenzaron a presentarse dos escenarios, uno era terrible, guerra, destrucción y la inevitable caída de su reino, la otra, la perpetuidad de su reino, pero a un coste alto, tan alto que le daba pavor de tan solo imaginarlo.
- Tu te encargas de preparar todo - ordenó Maria con voz imperiosa - junto con el consejo prepararemos la defensa de nuestro territorio y tu como has hecho en el pasado marcharas y aniquilará a esos invasores.
Andros apartó la mirada.
- Por los informes tendremos tiempo suficiente para armar una buena fuerza que podrá vencer a esos extranjeros y contigo al frente será fácil. Empezaremos todo cuando terminemos con la coronación.
Su coronación se acercaba, sería en unos pocos días, luego de eso, cuando la corona estuviera sobre su cabeza y ante los ojos de los dioses fuera la gobernante de Alban. Pero ahora no estaba tan segura de cuánto durará su reinado, pensó en la guerra, nunca la había vivido en carne propia, pero entendía lo suficiente y entonces algo más surgió en su interior, algo que durante los últimos años había olvidado completamente. Recordó sus charlas con su madre y su padre, recordó los días previos a su boda con Andros, recordó, el destino de su esposo, el destino de los consortes reales. "Defender el derecho al trono de su reina y morir por ella, ese es su destino" dijo la voz de su padre en su cabeza.
Volvió a dirigir su mirada a Andros. El estaba con la espalda apoyada a la pared y los ojos clavados en la ventana desde donde se podían ver las estrellas del cielo nocturno. En los últimos dos años esa mirada había desaparecido de los ojos de su esposo, pero en un instante el antiguo Andros aparecía ante ella, ya no era el esposo leal y cariñoso, no, ahora en ese preciso instante había aparecido nuevamente el soldado, el temible guerrero que realmente era. Finalmente dirigió sus penetrantes ojos verdes a los de Maria y una sonrisa se dibujó en sus labios. No le gustó lo que vio reflejado en lo profundo de su sonrisa y sus ojos.
- Comenzaremos los preparativos para la guerra - dijo mientras se dirigía a las puertas de la estancia.
Maria entendió que no debería haberse enojado con él, "los consortes están destinados a esto" dijo la voz de su padre en su cabeza, "deja que cumpla con su destino".
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El Consorte y La Reina
FantasyUn rey busca desesperadamente un esposo para su única hija y heredera Maria, elige entonces al joven Andros Whitewood por sus conocidas cualidades bélicas, para que de esa manera su hija cuente con un consorte fuerte cuando llegue su momento de gobe...