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María no pudo dejar de caminar, nunca en su vida había estado más asustada que en ese momento. Esos ojos, esa sonrisa tan maligna, ese Andros, no era un hombre, era un demonio. Mientras caminaba no podía evitar tener su mano en su cuello, apretando con fuerza, era pánico, no podía evitar imaginar que su cuello había sido cortado por un cuchillo y que Andros le sonreía con malicia.

No fue hasta estar en la otra punta del palacio que se atrevió a detenerse y quitar su mano del cuello. Ese miedo que sentía no era normal, sentía que si se hubiera quedado frente a aquel hombre, él hubiera sacado un cuchillo de la misma nada y le hubiera abierto el cuello allí mismo, en el patio principal del palacio de su padre sin que nadie pudiera hacer nada para evitarlo.

- María - le dijeron a lo lejos.

Miró en esa dirección y vio que Keyla se acercaba a ella, vestía un vestido blanco, con decoraciones doradas, lo cual destacaba enormemente sus ojos grises y sus cabellos rubios casi plateados.

- ¿Qué ocurre? - le pregunto con preocupación - ¿Qué te ha pasado en el cuello?

- No te preocupes, he sido yo misma - le explico rápidamente, vio en ese momento que unos hombres estaban recorriendo el pasillo y al pasar junto a ellas les dedicaron una reverencia - creo que era miedo.

- Claramente estás asustada - le dijo tomándola del hombro - se puede ver en tu rostro, ¿Qué ha pasado?.

María dudo de decirle o no las cosas que le habían pasado con Andros, pero decidió decirle la verdad, después de todo ella era su amiga más cercana.

Luego de contarle las dos situaciones a las que se enfrentó con Andros, su amiga se mostró aún más preocupada, lo de la espada en el campamento no le gustó para nada, pero lo tomó como un juego de mal gusto. Pero cuando le contó la amenaza de cortarle el cuello su amiga en serio se mostró, no molesta, sino furiosa, por un momento temió que saliera disparada para confrontar a Andros.

- No puedo creer que no le hayas contado estas cosas a tu padre o a tu madre - le dijo molesta y tomándola de los hombros con mucha fuerza - si enserio quieres que tu padre anule el compromiso dile todo lo que te ha hecho.

- Keyla - le dijo rápidamente - quiero que anule el compromiso, pero temo las consecuencias.

- ¿Consecuencias? - preguntó irónicamente su amiga - pero, ¿a qué consecuencias puedes temerle?, eres la hija y heredera de tu padre, uno de los hombres más poderosos del mundo. ¿A qué le temes?.

- No es tan sencillo - le dijo pensando en ese momento lo que debía decir para aplacar a su amiga - Andros es el sobrino de uno de los hombres más importantes, es el guardián que durante toda su vida protegió nuestras fronteras en el norte y es el hijo de un héroe de guerra.

Keyla parecía estar más tranquila, su temperamento era muy explosivo, pero aun así la razón siempre la calmaba.

- Estas atada por la política del reino - concluyó su amiga, a lo que María solo respondió con un asentimiento de cabeza - bueno, lo que haré en ese caso es ponerle los puntos a ese maldito salvaje norteño, debe aprender a tratar a las damas como se merecen y mas si es una princesa a la que debe vasallaje.

María no tuvo tiempo, su amiga ya había desaparecido dando zancadas por el pasillo y se perdió de vista al doblar en la esquina.

No pudo evitar sentirse mejor luego de que su amiga reaccionara de esa manera, no era correcto, pero le gustaría ver como Andros podría confrontar a Keyla.

Pasó el día completo en sus clases, su padre a pesar del pasar de los años y los maestros que decían estar satisfechos con todo lo que ella ya conocía, le seguía imponiendo horas y horas de estudio. Filosofía, historia, política, idiomas, matemáticas, comercio, oratoria e incluso estrategia militar.

Esa misma noche la cena fue sencilla, pero todos los miembros de su familia se reunieron para cenar. Su padre y su madre, los hermanos de su madre y sus hijos, también habían invitado al maestro Héctor y a Keyla, lo cual fue un consuelo para María, pues Andros también estaba allí. La mayor parte de la cena la pasaron comiendo y hablando de diferentes temas. Sus tíos como muchos otros también estaban muy interesados en Andros y le hacían preguntas o le pedían sus opiniones sobre determinados asuntos que discutían con su padre.

- No lo pude encontrar en todo el día - le susurro de la nada su amiga que estaba sentada a su derecha - era como si hubiera desaparecido sin dejar rastro. Pero cuando termine la cena no podrá escapar de mi.

- Keyla, no hagas nada, no quiero que causes más problemas - le reprendió María - no quiero que hagas un escándalo.

Keyla se controló, o al menos eso es lo que se podía decir, pues lo que hizo durante la cena no fue nada en comparación a cuando se dejaba llevar por su personalidad tan impulsiva que la destaca.

Se dedicó toda la cena a lanzarle miradas amenazantes a Andros, que parecía no notar, y al ver que no le afectaba, comenzó a lanzar comentarios sobre lo que respondía Andros.

No fue un ambiente muy bueno luego de que Keyla arrojase una copa de vino sobre Andros, el cual terminó completamente cubierto por el tinto color del vino. Su padre no hizo nada al respecto simplemente se cubrió los ojos con una mano y bajó la mirada, su madre miró sorprendida a Keyla, algunos de los demás presentes se rieron.

- Estoy sorprendido - comentó Andros mirando no a Keyla, la estaba mirando a María.

- ¿De qué puede sorprenderse un salvaje como usted? - le pregunto Keyla.

Las risas desaparecieron y todos miraron a Andros, parecían estar asustados, era más que razonable, nadie podría saber cómo respondería a ese insulto. Sir Magister lo había insultado en un entrenamiento y ahora estaba internado en el hospital del palacio.

- Disculpe majestad - dijo levantándose de su asiento - pero me retiro y le pido que no intente invitarme a este tipo de reuniones y mucho menos si esta "salvaje" estará presente.

Andros se estaba dirigiendo a la puerta del salón cuando otra copa salió volando por los aires y lo golpeó en la nuca.

- ¿A quien llaman salvaje? - le preguntó gritando su amiga - el único salvaje aquí es usted que amenazó a nuestra princesa en más de una ocasión.

- ¿Qué amenazas? - preguntó su madre confundida y mirando de forma amenazante a Andros.

- ¡Andros! - gritó su padre levantando, sus tíos y varios de sus primos también se levantaron - responde. ¿Amenazaste a mi hija?.

Andros se dio la vuelta, parecía estar calmado, como si fuera una estatua y no tenía nada que temer ante esa tan desfavorable situación.

- Primero diré esto - dijo haciendo una elegante reverencia - los salvajes contra los que he luchado toda mi vida y a los que he masacrado en nombre de su majestad y por lo tanto en nombre de mi prometida, tienen mejores modales que esa cosa allí parada - sentenció señalando a Keyla, la cual parecía haberse petrificado.

- Eso es un asunto a parte - dijo con total marcialidad su padre - responde a mi pregunta, ¿amenazaste a mi hija?.

- Si, y no tengo el menor remordimiento de mis actos - respondió tajante.

- Quiero que intentes justificarte - ordenó su madre - ¿Qué motivos tenías?.

Andros inhalo lentamente y exhalo tranquilamente.

- En el norte tenemos un dicho, si quieres saber la verdadera naturaleza de una persona debes poner una espada frente a ella - dijo sin dejar de mirarla - mis motivos eran muy simples, ustedes, mis majestades desean que sea el consorte de una reina, pero yo no sé qué clase de reina será esta joven que está parada frente a mi.

Andros al ver que nadie respondía nada hizo una nueva reverencia en su dirección.

- Lo lamento majestad - dijo fríamente - no era mi intención asustarla o causarle ningún mal, simplemente quería entender su persona.

- ¿Qué vio? - pregunto María.

- Que quien quiera que sea su consorte nunca conocerá la paz.

Dicho esto se retiró del salón goteando vino y manchando todo el piso.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora