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Al despertar a la mañana siguiente Andros ya no estaba a su lado, no importaba, María se había acostumbrado a despertar sin su esposo a su lado. Los recuerdos la atacaron, había volteado la mesa y se había lanzado sobre su esposo. Era impresionante lo que unas pocas palabras de su esposo le podían provocar hacer. María lograba entender que esa podía llegar a ser una de las últimas noches que pasará con su esposo en mucho tiempo, a partir de ese momento el asunto principal sería la guerra, debían estar listos.

María pasó de tener que atender asuntos de gobierno a tener que atender los preparativos de la guerra. Sus generales se encargaban de presentar planes para contrarrestar a los posibles invasores y Andros, el se había ido con Malco en busca de los mercenarios que habían estado reclutando, según su esposo conseguiría al menos uno tres mil hombres más gracias a esos mercenarios.

Las reuniones solo estaban dedicadas a la planeación de la guerra y de discusiones de que debían ordenarles hacer a cada abanderado del que podían disponer.

- Debemos movilizar a nuestras fuerzas a occidente y defender la costa, no tendremos una oportunidad mejor - dijo Lord Beomont mientras movía uno de los estandartes a las costas occidentales del mapa - si logramos atacarlos justo en el momento de su desembarco no tendrán el tiempo suficiente para prepararse para el combate.

Muchos de los hombres presentes asienten ante esa propuesta, si de algo estaba segura María era que sus consejeros estaban casi en su totalidad de acuerdo con atacar rápido y con fuerza para que la guerra no llegue a tocar sus territorios.

- Lord Redsea cuenta con más de cinco mil hombres en su ejército, eso sumado a las fuerzas que controlamos son un aproximado de quince mil hombres - dijo Lord Mergk - pero no debemos olvidar que nuestro enemigo debe contar con más de eso, mucho, al menos debemos suponer que el doble de lo que disponemos.

- Habla como si no tuviera fe en que podamos derrotarlos - pareció recriminarle Lord Beomont.

María clavó su mirada en el consejero.

- No se trata de eso - dijo Lord Mergk a la defensiva - pero creo que deberíamos llamar a las fuerzas de oriente, los Ashterion por lo que sabemos cuentan con más hombres de los que disponemos y podrían duplicar nuestros números, en resumen, solo digo que deberíamos contar con todas nuestras fuerzas juntas.

- Le recuerdo que los Ashterion son nuestros abanderados más poderosos - dijo Lord Beomont esta vez dirigiéndose a ella - pero majestad, usted sabe mejor que nadie que son también los que más lejos se encuentran, tardarían al menos dos semanas en agrupar a todas sus fuerzas y el mismo tiempo en llegar hasta aquí, si los esperamos no podríamos marchar hasta occidente antes de que desembarquen.

- ¿Qué me dicen del sur? - preguntó Lord Clark - Lord Sunglass debe contar con al menos seis mil hombres más para contribuir a esta guerra.

María tomó la palabra antes de que nadie pudiera decir nada.

- Lamentablemente no podemos descuidar nuestras fronteras en el sur - dijo María imponiéndose ante todos sus consejeros - no creo que deba explicarles que no sería la primera vez que el reino de la Urna ataca nuestra frontera sureñas cuando nuestra atención se encuentra en otra parte, necesitamos que Lord Sunglass y todos sus hombres protejan la frontera sur.

El silencio se apoderó de la habitación, aún se recordaba como en tiempo de la guerra civil en la que su padre había ganado el trono, sus vecinos del sur se habían levantado en armas y atacado al reino pensando que era una conquista sencilla.

- Entonces llamemos a los norteños - dijo Lord Clark señalando el norte del mapa, justo en Las Diez Forjas - ellos ahora deben de contar con el doble de hombres, puede que más desde que se unieron a los hombres de las montañas, además, el consorte Andros es un Whitewood, los norteños lo seguirán sin dudar al combate.

El Consorte y La ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora