Sentí algo punzando en mi cabeza y no supe descifrar si alguien estaba golpeándome o solo era el efecto de los muchos vasos de la noche anterior. Apreté mis ojos con fuerza, esperando que el dolor desapareciera un poco pero al parecer eso solo lo empeoró. Llevé mi mano hacia mi rostro, tapándome un poco la luz del sol que entraba por la ventana e intenté girarme en mi lugar pero mi cuerpo se sentía muy pesado.
Entonces abrí un poco los ojos para ver que mi sostén estaba en el suelo. Me senté rápidamente, arrepintiéndome al segundo porque mi cabeza dio un martillazo. Me sobé lentamente mientras observaba hacia todos lados, intentando recordar qué había sucedido la noche anterior. Porque recordaba que Helen se había ido con Dallas, que Tiara se había ido con Austin y que Argus iba a preguntar algo que le interrumpieron. El resto era pura niebla.
Hacia el otro lado del cuarto pude ver mis zapatos tirados, uno de mis aretes que parecía haberse caído y cerca de mi mesita, el sobre de un preservativo vacío. Mi pecho se infló de aire y se volvió a desinflar, aliviada de no haber cometido una estupidez. Sabía que de igual forma, Eiden lo habría dejado a propósito para que no me diera un ataque cuando no recordara nada.
Me tomé mucho más tiempo prepararme para levantarme, pues hacía cada movimiento lento y con cuidado. Cualquier ruido me dolía y moverme bruscamente haría que perdiera el equilibrio. Mi estomago rugió, loco por algo de comida. Mi teléfono sonó en mi mesa y me acerqué para ver que tenía poca batería. También que eran las dos de la tarde.
—Dios —gruñí, pasándome la mano por el rostro. No tenía mensajes de nadie y tampoco estaba muy emocionada por leerlos si los tuviese. Pero aún no me acostumbraba del todo a no leer mensajes del extraño.
Salí de mi cuarto para dirigirme al comedor. Iba a tomar un café a pesar de que ya fuese mi horario de almorzar. Entré adormilada para ver que no había mucha gente. El sol brillaba, hacía calor y todos debían estar en la piscina. Me serví de la jarra de café, tomé unas tostadas y caminé hacia la mesa dónde siempre nos sentábamos.
Eagle apareció cuando me terminaba la primer tostada, con el cabello no muy peinado y cara de haber dormido poco. Llenó una taza de café, cogió una dona y se sentó frente a mi.
—Buenas tardes —dijo su voz ronca, demostrándome que se había despertado hacía pocos minutos. En otro momento me habría reído pero en ese instante no tenía la fuerza.
—¿Cómo estás? —pregunté para hablar de algo, aunque prefería desayunar en silencio.
—Con sueño —respondió con una sonrisa ladeada—, ¿y tú? —preguntó de vuelta. Negué con la cabeza, porque había muchas respuestas rondando mi mente.
—No puedo ni...
—¿Pero qué mierda te sucedió en el cuello? —Su tono de voz que se elevó un poco me hizo tensarme en mi lugar. Subí la mirada a él e intenté recordar que pudo haber pasado.
—¿Qué tengo? —me exasperé, buscando algo que me reflejara pero mi teléfono estaba cargándose en mi cuarto.
Él negó con la cabeza y me extendió su celular. Apunté la pantalla hacia mi cuello y abrí los ojos a tope a ver la marca roja que tenía en la piel. Le devolví el teléfono mientras me rascaba la cabeza.
—Ni siquiera recuerdo cuando fue eso —admití, queriendo que no me preguntara por eso.
—¿Fue Eiden? —insistió. Asentí con la cabeza, sin decir nada, esperando que mi falta de entusiasmo le diera a entender que no quería hablar de eso ahora.
Mi mente divagó unos segundos mientras untaba jalea en mi tostada, sintiendo el olor de mi café y las ganas de dormir. El chirrido de una silla a mi lado me hizo sobresaltarme y que la tostada cayera en mi plato. Volteé para ver a Blas DeLuca a mi lado.
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Los chicos de Terralta (Parte I y II)
Teen FictionSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...