Los días pasaron, y yo solo salía de mi cuarto para comer. El miércoles no hice más que ver películas que ya había visto miles de veces y ni siquiera salí de mi habitación por comida. Pedí que me la enviaran al cuarto por la mañana y por la noche también. No tuve energías para ducharme ni para contestar los mensajes que sonaron en mi teléfono durante el día. Tenía las sabanas marcadas en la piel y sentía que cada hora duraba una eternidad. Fue uno de los peores días que recordaba haber pasado en Rinaldi.
El jueves no fue mejor de igual forma, pero tuve una intervención de Tiara. Apareció en mi cuarto al mediodía, con la excusa de que nunca respondí sus mensajes el día anterior y comenzó a preocuparse. Se quedó conmigo un buen rato, algo que agradecí, porque era la única que sabía lo mal que me sentía. Pero a la vez sabía que en realidad, ella quería saber todos los detalles de lo que había sucedido entre nosotros.
—No puedo creer que los dos sean tan idiotas —comentó y ladeé mi cabeza.
Seguro me veía horrible. El cabello sucio y despeinado en una coleta mal hecha, la ropa arrugada por la cantidad de horas que pasé acostada, los ojos aún rojos y la nariz que cada tanto goteaba agua.
—Gracias, por eso eres mi amiga —respondí y la oí reírse un poco.
—De igual forma, a pesar de lo mucho que te duela escuchar esto, soy tu amiga y tengo que decírtelo —agregó carraspeando la garganta y supe que no me iba a gustar lo que iba a oír.
—Dime —pedí.
—Creo que Argus tiene razón —habló con miedo de que la empujara de mi cama. Levanté las cejas y la miré fijo, sin poder creer lo que oía. —Enójate todo lo que tú quieras, pero él tuvo el valor de hacerse a un lado cuando sintió que no valía la pena. Algo que tú no hiciste y te gustaría haber hecho cuando te enteraste que él era el extraño.
Parpadeé, escuchando atentamente su teoría. La mayoría de las cosas que Tiara me decía eran teorías que yo ya había pensado en algún momento, pero no las aceptaba en voz alta hasta que ella las sacaba a flote. Supongo que los amigos si sacan lo bueno dentro de nosotros.
—Bueno, eso sí es cierto. Yo no tuve el valor de alejarme de Argus cuando me mintió, por eso le propuse esto de solo sexo —expliqué bajando la voz cada vez más.
—Entiendo mucho que te duela y probablemente, no sane pronto. Ustedes tienen mucha historia y sucedieron cosas muy fuertes entre ambos. Pero tienes que asumir que ninguno de los dos, iba a poder seguir adelante así.
—Bueno, lo de Ryan fue algo que jamás me había pasado y...
—Y sabes que aún te sientes así. Aún no quieres acostarte con él y tampoco con nadie más, porque solo quieres hacerlo con Argus. Y no es porque tengan química sexual, ni porque tu cuerpo se siente cómodo con el suyo. Es porque...
—Por favor, no lo digas —supliqué rápidamente, pidiendo con mis ojos.
—Estás enamorada de él —continuó, ignorándome por completo—. Y todo siempre te va a llevar a él. Lo que piensas y lo que haces. No vas a poder pensar en estar con alguien y disfrutarlo hasta que no lo olvides.
—¿Y si no quiero olvidarlo? —pregunté bajando la cabeza—. ¿Qué probabilidades hay de que me crea? Tiara, de verdad no le dije te amo para que se quedara, se lo dije porque de verdad lo siento. ¿Tú me crees, verdad?
Una sonrisa apareció en su rostro y asintió con la cabeza. Uno de sus mechones rubios cayó sobre su rostro y lo corrió, acomodándose en su lugar.
—Si. Lo sé, Sky. Sé cuanto llevas pensando esto. Y no te juzgo por decirlo en ese momento de pánico. Pero tampoco lo juzgo a él por no creerte. ¿Cuántas veces él te lo dijo?
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Los chicos de Terralta (Parte I y II)
JugendliteraturSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...