Desperté la mañana siguiente más tarde de lo usual. Me costó más de lo normal levantarme, pero mi estómago rugía y necesitaba comer algo. Me puse lo más decente y cómodo a la vez que encontré y traté de peinar un poco mi cabello. Me levé la cara y cepillé mis dientes antes de salir.
Tomé mi teléfono y caminé por el corredor. Mi mente aún seguía pensando en todos los acontecimientos de la noche y de la madrugada también. Cómo Argus llegó ebrio a mi cuarto, todo lo que dijo. La forma en la que lo hicimos después y también cómo se fue de allí.
Llegué al comedor y allí comenzó mi ritual de todos los días. Bandeja, taza, café, leche. Tostadas, queso, dulce y azúcar. Caminé hacia nuestra mesa de siempre para notar que Eagle estaba allí. Lo cuál me alegró un poco, porque si la veía Tiara, tendría que contarle todo lo que sucedió. Y no tenía ganas de hablar de eso en ese momento. Él subió la cabeza cuando moví la silla y apoyé mi bandeja.
—Buenas —saludé y me senté frente a él. Apenas le di una sonrisa y él me la devolvió más como una mueca algo débil.
Fruncí un poco el ceño, esperando que me saludara de vuelta, pero se limitó a revolver de su taza sin mirarme otra vez. Parpadeé, preguntándome si le había hecho algo a Eagle sin enterarme. No recordaba haber dicho nada malo la noche anterior, ni siquiera estaba ebría.
—¿Qué sucede? —pregunté luego de unos segundos de que no respondiera mi saludo.
Él pareció pensar unos cuantos segundos lo que iba a decir y me preocupé, porque Eagle no solía enfadarse conmigo. Es más, jamás lo había estado desde que lo conocía y no entendía porqué justo ahora sí.
Por un segundo creí que podría haberse enterado de que iba a irme de Rinaldi, y aunque no me fui, no se lo dije. Porque los cuatro hermanos lo sabían, y Tiara también. Tal vez le había dolido que no solo no pensaba decirle, sino que tampoco iba a despedirme. Él solo despertaría un día y yo no aparecería en el comedor.
—Sé que Tiara y tú son mejores amigas y que se comparten todo. Que yo soy el chico en el grupo de amigos y que por eso hay muchas cosas que no me voy a enterar...
Me quedé quita en mi lugar, pensando en qué mierda había sucedido para que Eagle eligiera justo este día para preguntarme qué pasaba en mi vida. O lo que sea que fuese a preguntarme. Aún sostenía que tenía que ver con mi plan de volver a Kentucky.
—Ajá. ¿Y? —agregué porque se había quedado en silencio y me estaba impacientando que no fuese al grano más rápido.
—Pero también soy tu amigo y puedes confiarme las cosas que le confías a Tiara. No las voy a contar. Incluso podría darte mejores consejos ya que soy hombre. Y sé cómo pensamos y cómo actuamos ante las chicas.
Abrí mis ojos algo descolocada, porque esa última oración definitivamente iba referida a un chico. Y me aterraba querer seguir escuchándolo.
—Ay, Dios —dije en un pequeño estado de shock, entendiendo que ya sabía a dónde iba. Pero no iba a confesarlo, no. No iba a delatarme de ante mano, por eso iba a esperar a que él me dijera que era lo que quería saber.
—Por eso mismo quiero que me digas —hizo una pausa para acercarse a mí y copié su gesto en un segundo de silencio, esperando que dijera cualquier otra cosa menos lo que estaba pasando por mi mente —qué mierda hacía Argus Rinaldi saliendo de tu cuarto a las siete de la mañana.
Abrí un poco los ojos, porque jamás creí que alguien lo vería irse a esa hora. Era obvio que Eagle me estaba por hablar de un chico pero creí que tal vez iba a decirme algo de Eiden, ya que él sabía que nosotros solíamos vernos a veces. Y si pensaba decir algo sobre Argus, jamás creí que diría algo así. Apreté los labios, pensando alguna excusa. Pero no había ninguna mentira que me salvara de Argus yéndose de mi cuarto a esa hora.
ESTÁS LEYENDO
Los chicos de Terralta (Parte I y II)
Fiksi RemajaSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...