Mi cuerpo se movió en mi lugar y mi mano se enredó en un cabello suave. Sonreí internamente porque mi rostro no se movió para nada. Olí el cabello para notar que tenía aroma a algún acondicionador floral. Algo dormida, lo toqué entre mis dedos para abrir un poco lo ojos.
Argus no tiene cabello rubio... ¿O si?
Me senté rápidamente y me restregué los ojos para ver qué diablos estaba sucediendo. Pero como si nada hubiese pasado, como si no hubiese pasado casi tres horas en el sofá con Argus, como si me hubiese ido a dormir luego de la cena, Tiara dormía plácidamente a mi lado con su pijama puesto.
Me miré debajo de las sabanas para notar que tenía la parte de abajo de la ropa interior puesta y la camiseta que Argus me prestó por la noche. Moví mi cabeza para notar que a un costado de la cama, estaban mis zapatillas y sobre ellas mi ropa junto a mi brassier.
¿Cómo mierda llegué aquí?
—Tiara —susurré, moviendo sus hombros—. Tiara —repetí más fuerte.
Ella solo gimió dormida, como si quisiera que me callase para seguir durmiendo varias horas más. Revoleé los ojos y le di una nalgada con la palma de mi mano.
—Déjame dormir, Austin —balbuceó dormida.
—No soy Austin, estúpida —dije con mi voz de recién levantada.
Ella abrió los ojos como un búho y se movió desesperada en la cama. Me miró, observó la cama, luego el suelo y volvió a mirarme. Totalmente desconcertada, aún más que yo.
—¿Qué diablos haces aquí? —preguntó, como si no esperaba verme hasta llegar a Rinaldi.
—Eso mismo quiero saber —respondí cruzándome de brazos—. ¿Tú no fuiste al sofá por mi, no?
—¿Ir por tí? Skyler, es por eso que no bebo vino. No recuerdo mucho más de lo que sucedió después de que me quité toda la ropa —se excusó.
—Ah, sí. Dos minutos después de que me echaras de nuestro cuarto —espeté, ladeando la cabeza. Una sonrisa culpable y ojos de disculpa aparecieron en su rostro.
—Lo siento por eso. Te diría que fue el alcohol pero realmente quería que te fueras —confesó para reírse y abrí los ojos—. ¡Lo siento! Estamos en una cabaña en medio de la nada y estaba lloviendo muy fuerte. ¿Qué esperabas que hiciera? —preguntó abriendo los brazos.
—Am, no lo sé —fingí y me miró mal—. Tal vez decirle a Austin que no era buena idea hacer algo porque dejarías a la maldita Skyler pagando en el corredor.
Una sonrisa apareció en su rostro y no tuve tiempo de preguntarle qué sucedía porque habló antes.
—Ajá, si. Como si te hubieras quedado allí sentada como una pobrecita. Apuesto todos mis ahorros a que te tardó menos de dos minutos decidirte ir al sofá con Argus —agregó con autosuficiencia.
Abrí la boca como si estuviese indignada de su respuesta. Pero ambas sabíamos que detrás de mi idea de ir a la cocina, era estar en la misma planta que él, donde sabía que era más fácil encontrarlo.
—¿Cómo te atreves a pensar eso? —pregunté casi sonriendo, porque Tiara sabía que eso era cierto tanto como yo.
—Mmm, tienes razón. Dos minutos no, seguramente unos treinta segundos —dijo para reírse y tomé mi almohada para estrellarsela en la cara.
—Solo quiero saber cómo diablos llegué. Lo último que recuerdo fue que estaba... —hablé para callarme y ella subió las cejas, esperando que siguiera.
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Los chicos de Terralta (Parte I y II)
أدب المراهقينSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...