Cuando se hicieron las once, cada uno se fue por su lado. Tiara me abrazó y me dijo que intentara pensar en todo lo que hablamos durante el día. También dijo que cuando me fuese por la mañana, le enviara un mensaje así me despediría en la entrada. Me adentré en mi cuarto para preparar mi maleta porque no iba a querer hacerlo somnolienta por la mañana. Además, tenerla lista significaba un paso más para confirmar que me iba. Entonces mi teléfono sonó. Mientras doblaba ropa, mi respiración se cortó un poco y odié estar acostumbrada a eso. Debía controlarlo. Tomé el teléfono y lo leí rápidamente.
"Sé que sigues en Rinaldi".
Revoleé los ojos, salí de la línea luego de clavarle el visto y dejé el celular allí para seguir doblando mi ropa. Fue entonces que mi puerta sonó. Mi mirada se afiló en la madera, como si supiese que no podía ser una coincidencia. Entonces otro mensaje sonó.
"Sé que estás ahí, solo abre".
Caminé furiosa hasta la puerta y sin ningún tapujo la abrí de un golpe. Los ojos de Argus subieron de su celular a los míos, totalmente tranquilo.
—¿Cuál de todas las veces que ignoré tus menajes y llamadas no fue suficientemente clara? No quiero verte —dije antes de cerrar la puerta en su cara.
Volví hacía mi maleta en mi cama y toda la ropa al rededor. Parecía que estaba teniendo una guerra con ella en vez de acomodarla, pero se suponía que nadie llegaría en este momento.
—Skyler, ábreme o la abriré por mi cuenta —amenazó desde el pasillo.
—¿Qué? ¿Vas a tumbarla de un golpe? —pregunté sarcástica y me reí totalmente cínica.
—Te lo advertí —dijo sin ningún miedo y revoleé los ojos, porque estaba queriendo demostrar algo que no tenía sentido.
—Quisiera verte intentarlo —susurré para mi, porque era imposible que él destruyera su propio edificio. Aunque una parte de mi creyó que si era capaz de darle una patada a la puerta.
Lejos de cómo creí, mi puerta sonó un pitido y la luz verde en ella se encendió por un segundo. La puerta se abrió y Argus entró como si fuese suya luego de cerrarla detrás de él.
—¿Tienes tarjeta de mi habitación? —pregunté espantada de cómo había entrado sin permiso.
—Tengo tarjeta de todas las habitaciones, Skyler —me explicó, casi recordándome que era el dueño—. ¿Qué mierda estás haciendo? —preguntó al ver mi maleta y mi ropa.
—Se le dice empacar. Podrías hacer lo mismo y exiliarte a otro planeta —le dije sin miedo y revoleó los ojos, probablemente cansado de mis comentarios sarcásticos. Pero estar cerca de él me hacía ser de esa forma.
—No dejaré que te vayas —dijo sacando la ropa que ya había guardado y lo miré con los ojos abiertos.
—Disculpa, pero no te estoy pidiendo permiso —aclaré cruzándome de brazos.
Estar con Argus desde que sabía que era el extraño cambiaba mucho nuestra relación. Sentía que tenía la suficiente confianza como para hacer o decir cualquier cosa. Como si ya nos conociéramos de tantos años atrás. Como si nos hubiésemos enrollado en una fiesta dos años atrás y nos hubiésemos enamorado estúpidamente por celular.
Confianza que no tenía cuando apenas conocí a Argus, solía tomar distancia prudente con él porque me sentía atraída y tenía miedo de cometer errores. Y sin mencionar que era mi jefe, no podía permitirme hacer algo incorrecto.
Pero había algo que yo no supe todo este tiempo. Lo sospechaba, lo presentía e incluso una gran parte de mi quería que así fuera. Pero yo no sabía con total certeza que Argus era el extraño. La realidad, era que a quién yo conocía como la palma de mi mano, era al extraño. No a Argus, como Blas dijo ese mediodía. Y me costaba entender que ambos eran la misma persona si no eran tan parecidos entre sí.
ESTÁS LEYENDO
Los chicos de Terralta (Parte I y II)
Novela JuvenilSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...