Cap.18 "Un demonio adorable".

78 14 17
                                    

Abrí los ojos cuando fue suficiente de estar durmiendo. La luz del día iluminaba mi cuarto, mucho más brillante que a la hora en la que me fui a dormir. Me restregué la cara y extendí la mano hacia mi teléfono. Las dos de la tarde.

—Mierda —gemí, sintiendo que mi cabeza punzaba por la cantidad de alcohol de la madrugada.

Me moví en cámara lenta y me levanté de la cama. Después de casi media hora de trabajar en mi rostro y mi cabello, me vestí para poder salir de mi cuarto. Mi estómago rugía de hambre así que tenía que comer.

En silencio, porque cualquier ruido parecía molestarme, caminé hasta el comedor. Me serví un plato de pastas que fue lo que más atrajo mi mente y me senté para comer. Observé al rededor, buscando a algún conocido, aunque en realidad prefería estar un rato sola. Me alegré de no encontrar a nadie y continué comiendo.

Los hechos de la noche anterior me golpearon en la cabeza todos juntos. El momento en el que le serví a Argus su trago, nuestra discución, la charla con mis compañeros y el final de mi noche en los camerinos de Terralta con Eiden. Aún no podía quitarme todas esas preguntas que él había hecho de la cabeza.

¿Es agradable verlo con otras? ¿O no saber lo que está haciendo ahora? ¿Cómo sabes que no está con otra chica como tú ahora?

Negué con la cabeza, queriendo que dejaran de atormentarme. Pero a su vez, mi mente generaba escenarios para cada respuesta. Lo imaginaba en el cuarto de alguna residente que no conocía. O tal vez con la camarera. También lo imaginaba saliendo de Terralta, furioso conmigo y llamando a Layla para desquitarse haciéndolo con ella.

Esa eres tú, Skyler. No Argus.

Enrollé mi tenedor en los spaguettis y continué comiendo, queriendo no pensar, pero era inevitable.

De pronto, una imagen distinta apareció en mi mente. Era Argus, tirado sobre su cama, simplemente mirando el techo. Tal como yo cada vez que pensaba en el extraño, pensando donde estaría o con quién.

Las palabras de Tiara, diciendo que no tenía derecho a reclamarle nada vinieron a mi mente y sentí que tal vez me había excedido. Tal vez me había pasado de la raya. Porque Argus no tardaría en darse cuenta que en realidad yo hacía todo lo que hacía porque lo quería. Yo lo amaba, a pesar de que no confiara en él. Y me dolía no poder hacer algo al respecto.

No estaba segura de sí disculparme serviría de algo, pero tampoco tenía muchas ganas de intentarlo, porque sentía que no lograría nada. Una parte de mí me decía que Argus iba a estar muy molesto como para querer oirme, o verme siquiera.

Pero era mí única opción. Tenía que fingir que no me importaba lo que sucediera con su vida, tenía que hacerle creer que de verdad solo quería sexo y ya. De lo contrario, él se aprovecharía de la situación.

Cuando terminé de comer, me dirigí hacia la Suite Rinaldi. Creyendo que era un poco arriesgado e incorrecto, pero aún así lo hice. Toqué la puerta y esperé unos segundos. Creí que nadie me había escuchado, pues nunca tardaban tanto en abrir. Entonces oí una voz ronca hablar desde adentro.

—Yo abro —dijo no se quién. Y a los segundos, la puerta se abrió. —¿Skyler? —preguntó Damek, restregándose la cara y bostezando.

—Am, hola. Lo siento, creí que estarían despiertos —me disculpé dando un paso atrás, como si fuese a irme.

—Si estamos, algunos. Solo que no había salido de mi cuarto —confesó y se movió a un lado para dejarme pasar.

—No quiero molestar. Solo quiero saber si está Argus —hablé con un poco de miedo, de que creyera que estaba vigilándolo. Pero solo quería hablar con él. Para mi suerte, Damek estaba muy dormido, porque sólo asintió con la cabeza y señaló el pasillo.

Los chicos de Terralta (Parte I y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora