Kentucky, Estados Unidos. 2018.
El chico cerró la puerta mientras yo me reía cegada por el alcohol. Sus brazos volvieron a tomarme de la cintura y me acorraló contra la pared. Se levantó un poco la mascara pero se dirigió a mi cuello, sus labios se sentían tan suaves y no supe descifrar si era el gusto del vodka o el chicle que tenía hace rato.
Estuvimos casi toda la fiesta mirándonos desde lejos, de arriba abajo, mostrándole al otro que queríamos acercamos un poco. Hasta que él lo hizo, invitándome a bailar. Sin palabras, sólo extendió su mano y la tomé sonriente.
¿Qué si era guapo? No tenía idea. Llevaba una máscara de V de venganza y estaba vestido de negro. Su cuerpo no era demasiado grande, solo tenía unos cuantos centímetros más que yo. Su espalda no era increíblemente grande pero estaba bien para tener mi edad. Si es que la tenía.
¿Por qué acepte subir a un cuarto oscuro si no había visto su rostro? Las respuestas podían ser varias: Alcohol, simple excitación o curiosidad. Solo me atrajo el misterio que emanaba, ni siquiera me dejo oír su voz.
No hasta que me preguntó si quería alejarme un poco de toda la gente. Lo dudé porque no había visto su rostro y aunque no necesitaba hacerlo, quería ver quién iba detrás de esa máscara. Quizá incluso lo conocía. Tal vez había terminado la escuela conmigo el año pasado y era un compañero de esos que no vuelves a ver nunca más luego de la graduación.
Pero cuando él vio mi rostro dudar, tomó mi cintura y dejó un beso en mi cuello luego de levantar apenas su máscara. Sus labios causaron un choque en mi piel y abrí un poco la boca para soltar un suspiro. Lo sentí sonreír y arrastrarme escaleras arriba. Esquivamos un par de chicos disfrazados de policías, una enfermera y un oso para llegar hasta el cuarto.
—¿Por qué de marinera? —preguntó observando mi disfraz en mi cuerpo, pero algo me dijo que era una excusa para pasar su mano por allí.
—Porque me gusta vigilar —respondí pasando mi mano por su abdomen y animándome a meterla dentro de sus jeans—. Ya sabes, medir la profundidad, virar el timón —hablé con doble sentido mientras lo escuchaba reírse un poco.
Era difícil darme cuenta de sus expresiones con la mascara puesta, pues el plástico tenía una sonrisa constante. Pero podía ver sus ojos por los agujeros y los notaba achinarse cuando se reía. A pesar de que estaba oscuro, podía percibir algunas expresiones pero no su rostro.
—Necesitas un capitán que te de indicaciones —susurró sobre mis labios.
Me condujo hasta un sofá que parecía ser lo único que había en el cuarto, junto a unas bibliotecas que no podía percibir en la oscuridad si tenían libros o películas. Me recostó e intentó subir mi camiseta hasta mi cuello. Una de sus manos mantuvo mis dos brazos sobre mi cabeza y la otra entró dentro de mis shorts. Gemí sintiendo su tacto y me retorcí debajo de él. Quise mover mis brazos pero su mano no me lo permitió.
—Quítate la mascara —le pedí autoritaria, intentando que su mano no me hiciera perder la concentración.
No supe si sonrió o no pero eso pareció. Se la estaba por quitar, la tomó y la levantó a penas, pero antes de ver nada, se detuvo y la dejó en su rostro. Sacó su mano dentro de mis shorts y me desató el pañuelo rojo que tenía en el cuello, el cual era parte de mi disfraz. Lo colocó sobre mis ojos e hizo un nudo detrás de mi cabeza.
La venda no era gruesa pero la oscuridad no ayudaba, apenas podía ver su figura y nada más. Sentí algo en los dedos de mis manos, las cuales seguían sobre mi cabeza. Él me estaba dando su máscara, se la había quitado.
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Los chicos de Terralta (Parte I y II)
Genç KurguSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...