Me moví en mi lugar. Ni siquiera abrí los ojos para entender dónde estaba, simplemente me sentía muy cómoda en la calidez de mis sabanas. Me volteé y me abracé al cuerpo junto a mí, sin pensar en absolutamente nada. Porque se sentía bien y me sentía cómoda.
Apenas si levanté los parpados para notar que el sol ni siquiera había salido por completo. Debían ser las cinco o quizá las seis de la mañana, había algo de claridad pero aún era de madrugada. Cerré los ojos otra vez y me acurruqué en el cuerpo sobre el que estaba apoyada. El cual tenía un brazo rodeándome el cuello.
Fue recién allí que me percaté de dónde estaba, con quién y cómo fue que estábamos allí. Subí apenas mi mirada hacia Argus y noté que estaba dormido. Lo observé unos segundos y me pregunté si debía alejarme o simplemente seguir durmiendo, como si no me hubiese dado cuenta que aún lo estaba abrazando.
Lo miré durante varios minutos, pensando en absolutamente nada. Simplemente escuchando su respiración y viendo como su pecho se movía lento y tranquilo mientras dormía. Un impulso fue más fuerte que yo y me animé a mover mis dedos sobre su pecho donde estaba mi mano apoyada. Hice círculos, dibujé garabatos y cuando me aburrí, volví a observar si dormía.
Argus estaba profundamente dormido, así que no tenía idea de que yo estaba despierta. Me animé a pasar mi dedo por su barbilla, notando que sus labios estaban cerrados. Tenía un mechón de cabello rizado cayendo por su frente y quise poder correrlo. Pero sabía que si levantaba la mano de mi lugar, él podría despertarse. Y sabía que una parte de mi no quería despertarlo, porque temía que quisiera irse.
Pero los acontecimientos del día anterior volvieron a mi mente, recordando lo alcoholizado que estaba y las pocas ganas que parecía tener de volver a la suite. Intenté despabilarme y recordar si en algún momento me había quitado la ropa, pero lo más probable era que a mitad de la madrugada me la hubiese quitado. Seguramente Argus ya estaba profundamente dormido para ese entonces y supe que podría vestirme antes que él despertara.
Pero Skyler, Argus ya te ha visto sin ropa. Y vaya que te ha visto.
Solté un pequeño suspiro casi inaudible para mí misma y solo cerré los ojos. Sabía que la verdadera razón por la que no quería pensar en qué iba a suceder con Argus, era porque sabía que me iba a doler tomar una decisión sin estar segura. No quería perdonarlo sin de verdad sentir que había superado todo, cuando todavía no era así. Tampoco quería desecharlo como si no sintiera nada por él, porque eso tampoco era así.
Así que lo único que podía hacer era disfrutar de él mientras no se diera cuenta. Aprovechar su compañía mientras dormía era el único momento que íbamos a poder estar tranquilos sin discutir. Porque cuando uno duerme, no piensa. Cuando uno duerme, no es racional. Y si estás viendo algo, lo más probable es que no exista, porque estarás soñando. Cuando duermes, te desconectas de todo.
¿Saben que otra cosa hace que el ser humano no piense, no sea racional y se desconecte de todo? El sexo.
Automáticamente, negué con la cabeza, como si lo hubiese dicho en voz alta y quisiera dejarme en claro a mí misma que lo que sea que esté pensando, no lo continúe. Porque podría llevarme a una idea descabellada que no estaba segura de poder hacer con Argus. No creía que él pudiese hacer lo que Eiden hacía. Él aparecía cuando lo necesitaba, nos dábamos lo que queríamos y quizá no nos veíamos ni nos hablábamos por la próxima semana.
Me quedé pensando unos segundos en ese último recuerdo, preguntándome si los hermanos eran tan distintos en realidad. Pero entonces, Argus se movió un poco y detuve mis dedos, presa del pánico. Puse mi mente en blanco, como si él fuese capaz de saber lo que pensaba solo con despertar y lo observé quieta como una estatua.
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Los chicos de Terralta (Parte I y II)
Roman pour AdolescentsSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...