Abrí los ojos sintiendo mi cuerpo totalmente cansado. Me dolían los brazos y sentía que mi cabello había estado en una pelea de niñas. Me senté un poco en la cama y miré hacia todos lados. La sabana en mi pecho cayó sobre mis piernas y volví a taparme como si alguien pudiese verme.
Al ver a Argus durmiendo a mi lado tendido boca abajo, nuestra ropa en el suelo y los dos sobres vacíos de los preservativos en la mesa, recordé todo. Miles de imágenes vinieron a mi mente y entendí porqué me dolían los brazos y el cabello.
—Argus —jadeé cuando se arrodilló detrás de mí y me puso sobre mis manos. Entró en mi, apretando mis caderas y gemí de lo bien que se sentía. Su miembro estaba caliente y mi zona totalmente mojada por la cantidad de rato que llevábamos cambiando de posiciones. Pero no me sentía cansada, estaba disfrutándolo. No entendía como Argus tenía el control para no acabar pronto pero sabía que aún faltaba, porque ya había acabado hacía unos veinte minutos atrás, en los que se dedicó a llevarme al cielo con su lengua hasta que me dejó hacer lo mismo con él. Oí un gemido ronco de su parte cuando arqueé mi espalda sobre la cama. Tiró de mi cabello hacia atrás, lo que provocó un quejido de mi parte y me hizo mirarlo. Metió un dedo en mi boca y sonrió complacido al ver que lo lamí.
Volví a la realidad y negué con la cabeza, sin poder creer todo lo que habíamos hecho en solo dos horas. Pero entonces, otro recuerdo vino a mi mente.
Llevábamos dos minutos tendidos en la cama. Respirando agitadamente, desnudos y transpirados. Carraspeé mi garganta y me levanté. Él me miró y frunció el ceño cuando vio que me ponía el sostén.
—¿Qué haces? —preguntó confundido.
—Vistiéndome —dije obvia y ladeó la cabeza.
—Debes ser la única chica que duerme con sostén —acotó levantando las cejas.
—No voy a ir hasta mi cuarto desnuda —le expliqué y revoleó los ojos.
—Claro que no, de ninguna forma dejaré que te vayas ahora —dijo tomando mi muñeca y volviendo a meterme bajo las sábanas, haciendo que mi sostén cayera al suelo.
Ese arrebato me dejó totalmente sorprendida. Jamás había dormido en la misma cama que un chico luego de tener sexo. Simplemente me vestía y me iba. O ellos se vestían y se iban. El extraño hizo eso, Eiden lo hizo, Damek también, lo hice con Blas.
Que uno de sus brazos rodeara mi cintura mientras el otro posaba bajo mi cuello y se acurrucara en mi espalda fue la sensación más nueva del mundo para mí. Sonreí apenas, feliz de saber qué por fin no iba a sentirme totalmente sola al dormir.
Volví a la realidad y borré mi sonrisa, evitando pensamientos que no quería tener. Me giré en mi lugar, buscando mi teléfono para saber qué hora era pero no parecía estar aquí. ¿Dónde lo había dejado? También necesitaba ver si el extraño me envió un mensaje, lo que descartaría a Argus de ser él.
—Argus —lo llamé moviendo uno de sus brazos bajo su rostro—, Argus.
—¿Qué? —gimió dormido.
—Me tengo que ir —le dije observando lo bien que se veía su rostro dormido.
—Pues vete —agregó de mala gana. Revoleé los ojos y pellizqué su hombro, pero ni se quejó.
ESTÁS LEYENDO
Los chicos de Terralta (Parte I y II)
Genç KurguSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...