Cap.3 "Es el infierno más encantador que alguna vez conocí".

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Tiara tardó menos de cinco minutos en aparecerse en la puerta de mi cuarto. La recibí con la peor cara de bienvenida que había dado alguna vez en mi vida. Ella velozmente se tiró sobre mí en un abrazo que no esperé. De hecho, si. Sabía que lo haría cuando le dijera la verdad de lo sucedido. Pero me sorprendió que fuese a penas me viera.

En ese pequeño abrazo tuve un solo segundo para pensar que realmente no sabía si decirle a Tiara la verdad. Ella había estado conmigo desde el primer día, sin exagerar. Ella sabía todo lo que pasaba en mi vida, todo lo que había sucedido con el extraño y me había apoyado siempre en todo. ¿Cómo iba a hacer para decirle que no íbamos a vernos todos los días? ¿Para decirle que volvería a estar sola como cuando yo aún no estaba en Rinaldi?

—Dios, ¿qué mierda está pasando? ¿Por qué los hermanos actúan como si alguien acabara de morirse? Necesito respuestas ahora—preguntó alejándose de mí para verme.

Ni siquiera supe que había pasado, como era que Tiara sabía que actuaban así o si en realidad los había visto. Pero desde que vi sus ojos no pude preguntarte nada de eso y solo sentí que tenía que decirle la verdad de una vez.

—Tiara, me voy —respondí a todo eso al mismo tiempo.

Bueno, tal vez podría haber sido un poco más sutil.

—¿A dónde? —preguntó sin entender y cerré los ojos, porque explicarlo dolía el doble.

Además, supuse que Tiara estaba por agregar algo como "yo te acompaño" o "iré contigo", porque eso decía cada vez que le decía que me tenía que ir a algún lado. Pero esta vez no podía acompañarme.

—A mi casa. De vuelta a Kentucky —susurré y la vi fruncir un poco el ceño, confundida. Pero ella aún no sabía todo lo que había sucedido la madrugada anterior.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Por qué harías eso? ¿Acaso estás loca? —preguntó todo al mismo tiempo entrando en una especie de pánico. Supuse que esa sería su reacción, porque habría sido la mía si esto hubiese sido al revés.

—Tiara...

—No dejaré que te vayas —me interrumpió. Ella no iba a dejar de intentar de cambiar mi opinión en ningún momento. Incluso cuando supiera la verdad. Yo lo sabía, ya la conocía demasiado.

—Escúchame, solo...

—Sea lo que sea que haya sucedido ayer, lo arreglaremos —comenzó a hablar atropelladamente—. Siempre lo hacemos, lo hicimos desde el día uno. Yo te ayudaré, te lo prometo. No dejaré que pierdas la oportunidad de tu vida solo porque un idiota no se atreve a mostrarse sin una estúpida máscara de...

—Argus es el extraño —la interrumpí.

Ella se calló pero no se movió, ni dijo nada. Podía jurar que ni siquiera había parpadeado. Tragué saliva, esperando que dijera algo pero parecía estar concentrada en mi repentina confesión. Sabía que tenía que hablar ese tema con un poco más de delicadeza, porque hasta a mi me hacía daño soltar las palabras así sin más, como si no me hubiesen hecho un puñal en el pecho horas atrás. Pero fue la única forma que se me ocurrió para que Tiara deje de hablar.

—Argus... Es...

—Si —la interrumpí en un susurro—, siempre fue él. Desde el principio, todos los días.

La boca de Tiara se abrió apenas un poco y por fin, parpadeó como una persona normal. Tomó un poco de aire y lo soltó, como si se hubiese sacado un peso de encima. De pronto, despedirme de Rinaldi también significaba despedirme de la única persona que estuvo allí para mí todos los días. Tiara sufría mis problemas casi tanto como yo y no me había detenido a apreciar nuestra amistad hasta que entendí que no la vería todos los días.

Los chicos de Terralta (Parte I y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora