Después de veinte minutos en los que dejamos en claro que sólo bajaríamos a cenar y volveríamos a la habitación, ya estábamos en la sala. El clima en la cabaña había mejorado muchísimo, ya no tenía frío y me sorprendió que una chimenea de leña pudiese calentar tanto. Una música tipo bossa nova o lounge sonaba desde un reproductor y agradecí que eso hiciera que no retumbara tanto el ruido de la lluvia.
Eiden estaba recostado sobre uno de los sofás con los ojos cerrados, como si descansara. Austin tomó la mano de Tiara y la condujo a sentarse sobre sus piernas. Yo elegí un lugar vacío junto a Blas que leía junto al fuego. Él me sonrió y volvió a su lectura. Apoyé mi cabeza en su hombro, algo cansada y también relajada por el fuego. Recién cuando vi a Damek caminar de un lado al otro para irse hacia la cocina, noté que tenían otra ropa de la que usaban cuando llegamos.
Desde allí podía ver la cocina. A Dallas y Argus moviendo sus manos sobre la cocina y Damek acotando algo que no podía oír. Austin le susurró algo a Tiara y ella le respondió por lo bajo.
—¿Cómo estás? —preguntó Blas en un susurro que apostaba nadie escuchó.
—Bien, supongo —respondí susurrando como él. Mi boca estaba cerca de su oreja así que era fácil que solo él me oyera.
—Sabes por qué te lo pregunto —guardó unos segundos de silencio—. O mejor dicho, por quién.
No tenía que ser muy inteligente para entender que se refería a Argus. Pensé mi respuesta, aunque en realidad no sabía qué contestar. Porque evitaba la mayoría del tiempo pensar como me sentía respecto a él.
—No sé muy bien lo que está pasando entre ambos —confesé mirando hacia el techo mientras él fingía que leía—. Tal vez debería aceptar que no es la misma persona que era por teléfono.
Mi mirada se desvió inevitablemente hacia Argus, que sonrió por algo que dijo Dallas. Observé su cabello ondulado, sus hoyuelos al reírse y como sus brazos se flexionaban mientras cocinaba. Tragué saliva y me obligué a no mirarlo mucho tiempo seguido, de lo contrario sentiría el peso de mi mirada.
—¿Sabes por qué ambos aceptan esto? Esta mierda de solo sexo —dijo y lo miré de reojo unos segundos, sin entender cómo él sabía eso—. Porque ninguno de los dos quiere soltar al otro. Y como ninguno se va a arriesgar a poner sentimientos en el medio, utilizan el sexo para no alejarse del otro.
—¿Quién te lo contó? —pregunté inaudible hasta para mí.
—Él lo hizo —respondió para dejarme sorprendida y disimulé que abrí los ojos—. Argus y yo nos contamos más cosas de las que crees —dijo y se rio por lo bajo.
—Si, definitivamente sí —respondí sonriendo un poco.
—Sky —susurró—. No sean idiotas. No se lastimen entre ustedes. Definan si realmente quieren estar, y si no es así, no se aferren a una idea de algo que no sucederá.
Moví un poco mi cabeza para mirarlo y volví a mi posición.
—Sé que las cosas se dieron de una forma extraña y no justifico nada de lo que hizo. Pero ya no puedes cambiar lo que empezó, solo puedes decidir cómo quieres que termine.
Mis ojos volvieron a dar con Argus a pesar de que estaba de espaldas a mí e intenté pensar en las palabras de Blas.
—Sabes que tengo razón —dijo y asentí con mi cabeza, sin saber qué responder a eso—. No van a poder mantener esto por mucho tiempo sin hacerse daño. O peor, van a empezar a despreciarse por las cosas que haga el otro.
—Vamos Blas, tú ya sabes cómo soy yo y...
—Y también sé cómo es mi hermano. Por eso mismo lo estoy diciendo.
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Los chicos de Terralta (Parte I y II)
Roman pour AdolescentsSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...