Cap.9 "¿Me extrañaste, Skyler?".

186 37 40
                                    

—Muchas gracias a todos, nos vemos mañana —dije en voz alta y todos comenzaron a dispersarse por el campo.

Saqué las flechas que quedaron clavadas en los bloques de paja y las guardé en la aljaba para llevarlas dentro. Metí mi arco dentro de mi casillero y volteé cuando Eagle me llamó silbando.

—¿Qué tal la nueva? —preguntó él, tecleando algo en la laptop—. Lleva tres días y es muy buena —comentó. Me acerqué al mostrador y apoyé los codos sonriéndole.

—Si, tiene muy buena puntería, pero a veces le tiembla el pulso. Creo que aún debe estar nerviosa por estar aquí —le dije y él asintió con la cabeza y una mueca de desagrado.

—Lo entiendo, debe ser difícil cambiar de país así como así —me apoyó—. Pobre chica.

Una nueva alumna había llegado hacía unos días y se había metido en mis clases. Según me había dicho, siempre había querido practicar pero su madre no se lo había permitido porque creía que era un deporte agresivo.

—Se acostumbrará rápido, ya vi que tiene una amiga, así que estará bien.

—En tanto no sea Ágnes —bromeó y me reí de él. Saludé con la mano y salí de recepción.

Solo podía pensar en el plato de comida que iba a comer dentro de unos minutos cuanto estuviese en el comedor. Pero no pude hacer ni diez pasos lejos de allí porque alguien tiró de mi brazo.

—Ay —me quejé siendo arrastrada tras una pared—. Blas, ¿qué haces? —pregunté en cuanto reconocí su rostro, observando algo que no era el mío.

—¿Quién es ella? —preguntó con los ojos fijos en algo.

Me giré un poco para mirar y noté que se trataba de Paris, mi nueva alumna, de la cual hablaba hacía unos segundos. Ella caminó lejos mientras tomaba de su botella de agua. Su cabello castaño con mechas rubias se movía de un lado al otro. Su cuerpo era pequeño y no medía mucho pero sus dotes de mujer dejaban ver que no era una niña.

—Es Paris, es nueva aquí y es residente —le expliqué encogiéndome de hombros, sin entender como él no sabía eso sí sabía la entradas y las salidas de todos.

—¿Cuántos años tiene? —preguntó sin dejar de verla.

—No lo sé, creo que dieciocho o tal vez diecinueve —intenté recordar su expediente que me habían dado días atrás.

—¿Estás segura? —Por primera vez me miró expectante, como si esa información fuese muy importante y asentí con la cabeza—. Es muy bonita —dijo sonriendo como un idiota.

No pude evitar reírme y voltear a verla pero ya había desaparecido de nuestra vista.

—Entonces invítala a salir —dije con simpleza, comenzando a caminar, esperando que me siguiera porque mi estomago comenzaría a rugir dentro de poco.

—No, no, no. No puedo hacer eso —balbuceó rápidamente mientras me seguía y tomó mi brazo para que lo mirara—. La oí hablar con una chica y dijo que odia la gente con dinero, que no quiere estar aquí y lo está por obligación.

—Bueno, su madre la dejó aquí por problemas de conducta. Pero no creo que sea mala, solo... Algo rebelde.

Su madre creía que las flechas y el arco eran un deporte agresivo. Podía entender a la chica, seguramente era de esas protegidas a las que no las dejaban salir solas ni a comprar pan. Y estar aquí resguardada era lo peor, pero al menos había encontrado esta clase que la distraía del aburrimiento de estar aquí.

Los chicos de Terralta (Parte I y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora