Algunas horas y quién sabe cuántos minutos después, todo se había ido por la borda. Mis reflejos, la fuerza de mis piernas y también mi capacidad para prestar atención. A excepción de mis ganas de reírme, esas no se habían ido para nada y las de Tiara parecían estar ganándome.
—Tiara, deja de tironearme —le pidió Austin, algo molesto de su novia.
—Lo siento —balbuceó ella, moviendo su brazo y tirando su cabeza sobre su hombro.
Nos habíamos cambiado de mesa a una de un sofá tapizado redondo donde todos podíamos vernos las caras para charlar. Claro que después de veinte minutos allí, bajamos a bailar y cuando nuestros pies se cansaron, volvimos allí a sentarnos. Dallas era el encargado de ir a la barra por nuestros tragos cada vez que quisiéramos algo y no estaba muy seguro de por qué quería subir repetidas veces. Algo me dijo que para observar un poco más a esa camarera.
Más y más tragos hicieron que mi sobriedad desapareciera y que la parte no pensante de mi saliera a flote. Mi cabeza daba vueltas y veía como todo se movía en cámara lenta. Afilaba mis ojos cada vez que alguien me hablaba, como si quisiera prestar más atención de esa forma. Y ni hablar de mi cuerpo, yo no era ninguna torpe que se vivía cayendo, pero tenía muchas anécdotas de caídas estando ebria.
Dallas volvió a reírse de esa forma graciosa que a ambas nos causaba gracia y volvimos a partir en risas los tres, fastidiando aún más a Blas y Austin que parecían querer irse. Había muchísima menos gente en Terralta y la mayoría se estaba yendo.
—Oigan, ¿por qué se van todos? —pregunté muy parecido a un ebrio que conduce un camión—. Aguafiestas —sentencié levantando mi vaso y chocandolo con el de Tiara, que no estaba bien sujeto en su mano y se fue al suelo en nuestros pies.
—Skyler, son las seis y media de la mañana —dijo Blas, riéndose un poco y mirándome como si fuese una idiota—. Algunos trabajan, no olvides que es viernes.
—Pobre de ellos, yo volveré a dormir hasta las seis de la tarde —canturreó Tiara riéndose como una desquiciada.
—Tú tienes ensayo de vestuario a las tres —le recordó Blas con una sonrisa y la cabeza ladeada. Ella abrió los ojos y se desplomó sobre Austin.
—Bien, suficiente. Vamos Tiara, te llevaré a tu cuarto —le dijo su novio, levantándose y extendiéndole la mano.
—Pero no quiero irmeeee —alargó ella, esta vez tirándose hacia mi lado.
—Los guardias comenzaran a echar a todos en media hora más, así que tampoco es como que te vayas a poder quedar mucho más —agregó Blas.
—¿Y tú qué haces aquí entonces? —pregunté casi de mala gana.
—No puedo entrar a un cuarto ajeno. Bueno, si, en realidad sí puedo. Pero estoy esperando a que todos se vayan para saber que ella estará en su cuarto cuando yo vaya —explicó y se encogió de hombros.
Tiara y yo nos dimos una mirada que indicaba "si tú dices" que me recordó a ese meme de Shrek que solíamos imitar.
El teléfono de Blas sonó y lo sacó para observarlo. Una sonrisa apareció en su rostro.
—Bueno, eso no será necesario. Adiós —saludó para levantarse.
—¡Aguarda! —grité y me levanté para tomar su brazo, deteniéndolo—. Acompáñame a la Suite —dije y me miró como si hubiese hablado en chino.
—¿A qué quieres ir a la Suite? —preguntó de lado.
—La pregunta es, ¿quién está allí? —interrumpió Tiara y la miré con los ojos furiosos. Blas esbozó una sonrisa y volví a él.
ESTÁS LEYENDO
Los chicos de Terralta (Parte I y II)
Подростковая литератураSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...