Mentiría si dijera que no estuve nerviosa toda la tarde. Ni siquiera me molesté en buscar a Tiara para explicarle lo que había hecho, impulsivamente, claro está. Pero si le envié un mensaje, diciendo que esperaba poder decirle a Argus todo lo que sentía de una vez. Si es que las cosas resultaban bien. Porque todos ya sabían que cuando se trataba de Argus y yo, las cosas podían revertirse muy rápido. Como para bien, tanto como para mal. Ella me dijo que estaba feliz de que por fin dijera la verdad y agregó que la buscara o llamara si necesitaba algo.
Blas me envió un mensaje cuando se hicieron las seis de la tarde. "No sé que va a salir de esto, después me cuentas". Obviamente, él sabía mejor que yo que todo podía terminar en desastre. Porque nos conocía bastante a ambos, más a su hermano, y seguramente tenía una idea de lo que podía suceder. Pero ya estaba convencida en decir la verdad.
No es cierto, solo quieres follar con él.
Eliminé ese pensamiento al instante, porque me negaba a creer que lo había invitado con esa intención oculta. Aunque creía que Argus también sospechaba que todo terminaría en nosotros desnudos bajo mis sabanas. Pero la realidad es que nuestras propias conciencias suelen meternos el pie en el camino, haciéndonos caer. Convenciéndonos qué hacemos las cosas por cierto motivo, con otro motivo escondido.
Mi teléfono sonó en un mensaje y me hizo saltar en mi lugar. "En cinco minutos estoy allí". Tomé aire, casi queriendo juntar valor y lo solté al instante.
Por supuesto que desperdicié toda mi tarde acomodando mi cuarto, duchándome y también secando mi cabello para que no se inflara. Ya eran las nueve y media y yo seguía allí metida. No estaba muy segura por qué de pronto ver a Argus me daba tantos nervios. Sabía que no era solo verlo, en realidad era saber como iba a reaccionar.
También tenía miedo, porque la mayoría de las cosas que hacía por y para Argus, eran premeditadas por al menos más de veinticuatro horas. Y no solían tener tanta importancia. Pero hacía menos de ocho horas, había decidido confesarle la verdad que oculté todos estos años. No podía ponerse en comparación con las otras estupideces que hice. Como aparecer en la suite y utilizar su máscara antes que llegara a su cuarto. O tal vez tomar el trabajo de camarera en Terralta.
Seguía allí, sentada sobre mi cama, observando la televisión apagada. Me pregunté si debía prenderla, para que Argus creyera que lo esperaba como una noche normal en la que estaría mirando algo en Netflix. La luz de mi mesita era toda la iluminación que tenía y dudé si prender otra luz. Pero no tuve tiempo de hacer más nada, porque mi puerta sonó.
Sus golpes en la madera no llegaron a sonar tan fuerte como los latidos de mi corazón, luego de saber que él ya estaba allí. Que no había vuelta atrás, que si me arrepentía, tenía que buscar otra salida.
Me observé un segundo en el espejo, esperando no lucir muy mal. Mis shorts y mi camiseta demostraban que no planeaba salir a ningún lado, y que tampoco me importaba impresionar a Argus con nada. Pues él ya me conocía bastante.
Con la mano temblorosa tomé el picaporte y abrí la puerta. Sus ojos dieron con los míos tan serios y vacíos como en el mediodía. Su camiseta negra hizo un poco de contraste con su piel y observé que tenía las manos dentro de los bolsillos de sus jeans azules. Su cabello estaba más arreglado pero no parecía haberlo hecho con voluntad.
—Pasa —dije después de unos segundos, sintiéndome una idiota porque ni siquiera dije hola. Él miró el suelo y entró por el pasillo de mi cuarto.
Cerré la puerta y tragué saliva, sintiendo sed, pero juraba que eran los nervios. Me volteé para notar que estaba parado en mi cuarto, observándome de la misma forma que segundos atrás cuando abrí la puerta.
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Los chicos de Terralta (Parte I y II)
Teen FictionSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...