Cap.3 "Iré a donde estés".

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Estaba en shock. No podía respirar y casi que tampoco oía los ruidos a mi alrededor. Podía oír el bip del lector de código de barras que Trish hacía sonar pasando mercadería por la cinta, también la música de la radio en los parlantes. Algunas que otras voces de los vecinos que se encontraban en el supermercado y mi propia respiración. Pero todo como si mis oídos estuviesen apunados.

Parpadeé, pensando que tal vez esto no era real. Pero ya lo había leído casi tres veces desde que estaba en mis manos hacía un minuto. Helen esperaba frente a mí con una sonrisa esperando que le dijera que decía la bendita carta que llevaba esperando hacía ya casi un año.

—¿Y bien? —preguntó al darse cuenta que no decía nada, desesperándola.

—Entré —susurré, observando las palabras "Aceptada para el puesto de trabajo" en negrita sobre la hoja—. Si me aceptaron —casi grité tirándome sobre ella en un abrazo mientras se reía.

Helen pasaba por mi casa todos los días a las once del mediodía de camino hacia su empleo cuidando al niño de una vecina. Pasaba por mi buzón y lo revisaba, chequeando si mi carta había llegado al fin. Dijo que el día que llegara, no la abriría, sino que correría hacia la tienda para traérmela.

Mi carta de aceptación, la tenía en mis manos. Me iba a ir a Nuevo México, sería parte de las empresas Rinaldi, trabajaría de lo que amo y mi madre jamás volvería a sufrir problemas económicos.

—Lo sabía, eres la mejor —me felicitó y se separó de mi—. Ahora tengo que ir a trabajar pero en la noche festejamos.

La saludé totalmente alegre y guardé la carta en mi mochila debajo de mis pies. Hice pasar a una señora con su carrito y fue inevitable atender el resto del mediodía con una sonrisa.

Mamá pegó un grito de emoción cuando se enteró y casi que me tumbó en un fuerte abrazo. Ella quería esto más por mi que por ella, pero no iba a dejarla desamparada, no cuando allá no iba a tener muchos gastos. Pues viviría y comería allí, la empresa Rinaldi daba esos servicios para los empleados, además del sueldo. Si, así de prestigioso era el lugar.

La carta específicamente decía que me querían allí el próximo lunes por la mañana así que un chofer vendría por mí el mismo día a las nueve de la mañana. Supuse que habría un avión de por medio porque no había posibilidad de llegar el mismo día si había casi veinte horas en auto.

Helen se apareció en mi casa cuando se hicieron las siete de la tarde para cenar con nosotras. Yo apenas salía de mi ducha religiosa luego de las dos horas de práctica intensa en el centro de tiro con arco. Mamá dijo que podía quedarse a dormir si quería, dado que luego de estas dos noches, me iría lejos. Ella aceptó y después de una alegre cena y un plato caliente de comida, ya estábamos en mi cuarto.

—Dios, ¿que voy a hacer aquí sin ti? —preguntó lloriqueando y me reí.

—Lo mismo que haces ahora, solo que me enviaras muchos mensajes. Prometo pagarte un boleto cuando tenga mi paga y nos iremos de vacaciones cuando las tenga. —Ella me sonrió emocionada.

—Aún recuerdo el miedo que tenías el día que enviaste la carta —comentó ella, negando con la cabeza.

—Si, fue hace como ocho meses pero si, lo recuerdo como si fuese ayer —le respondí riéndome.

—Espero que encuentres chicos lindos, no como los de aquí —dijo con una mueca de desgano.

—No voy a buscar chicos, solo quiero concentrarme en el trabajo que tenga que hacer. —Casi pude ver en su rostro esa mueca que decía "me destruyes la ilusión".

Los chicos de Terralta (Parte I y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora