Llegué a la barra y dejé mi bandeja allí. Apreté los labios, sabiendo lo que iba a pasar. O esperando estar en lo cierto. Porque si bien Argus podía ser una caja de sorpresas respecto a sus sentimientos, su forma de actuar ante las situaciones solía ser la misma.
—Ya termino la mesa siete —avisó Luca, moviendo las manos sobre los vasos de distintas formas de vidrio.
—De acuerdo —respondí quitándome el cabello de la cara y apoyando mis codos en la barra, dejando caer un poco mi peso.
Observé a Natali sirviendo una mesa lejos de mí y supe que yo iba a tener que llevar la próxima bandeja.
En un segundo que no pude ver, un brazo tironeó del mío y casi caigo al suelo, me salvó la fuerza que ejercían sus dedos en mi antebrazo. Me apartó hasta las cortinas negras de la pared y me puso frente a él.
—¿Qué mierda haces? —preguntó con el ceño fruncido y los ojos furiosos.
Si, tal como creí que haría.
—¿Trabajando? —dije obvia y revoleé los ojos, por alguna razón supe que eso lo fastidiaría.
—¿Qué mierda haces trabajando en Terralta? —especificó moviendo la cabeza.
—Eso no importa. El punto es que estoy aquí y me estás distrayendo —respondí y él dio una mirada rígida a alguien detrás de mi.
Volteé para notar que Natali vio que me apartó y tomó ella la bandeja para servirla, obviamente dándose cuenta que no era momento de fastidiar a Argus. O que si estaba hablándome allí era de algo importante.
—Yo llevo esta, Miles —dijo tomando la bandeja y alejándose.
—¿Quién te propuso esto? —preguntó y volví a mirarlo, cruzándome de brazos.
—Tu hermano —respondí, sabiendo que odiaba esa respuesta. Revoleó los ojos en un simple segundo y volvió a mí.
—¿Eiden?
—Damek.
Su ceño se frunció y miró hacia las mesas para volver a mi. Levanté las cejas, esperando que dijera algo pero parecía que nada conectaba con nada dentro de su mente.
—¿Y por qué? Tú ya trabajas en las canchas —agregó y ladeé la cabeza.
—¿Qué te pasa? ¿Es fácil pasar desapercibida en las canchas pero aquí llamo demasiado la atención para tu gusto? ¿Es eso? —ataqué y lo vi negar con a cabeza.
—Ni siquiera entiendo por qué quieres estar aquí. ¿Qué fue lo que... —se interrumpió como si hubiese caído en la cuenta de algo—. La camarera —dijo por la bajo y cambié mi peso de pierna—. Estabas celosa de ella.
—No estaba celosa —negué lo innegable.
—Por eso estás aquí. Para darme celos o ver si estoy con alguien —habló molesto.
—No es necesario seguirte a todos lados para ver eso. Porque esas personas aparecen frente a mis narices —me quejé tocando la punta de mi nariz.
—¿Entonces es por Layla? —se encogió de hombros—. No sabía que iba a llegar tan repentinamente, ni siquiera la he visto desde la última vez que estuvimos hace casi dos años. ¿Y por qué estoy dándote explicaciones de todos modos?
—No lo sé, no tienes que hacerlo. Pero hazlo si te sientes en la obligación —dije cruzándome de brazos con más fuerza de la necesaria.
—No. Solo lo dices porque sabes que quiero dejarte en claro que ella y yo no somos absolutamente nada, y en realidad no tengo por qué —gritó un poco sobre la música.
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Los chicos de Terralta (Parte I y II)
Novela JuvenilSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...