Caminé por el campus, buscándolo. No lo había visto desde el día anterior en el que estuvimos en la piscina todo el día. Excepto por esa media hora en la que me escabullí a la suite Rinaldi para tener sexo con su hermano mayor. No sabía si estaría dónde lo buscaba pero era jueves y lo más probable era que estuviese arreglando preparativos para el viernes.
Las letras de Terralta en lo alto del edificio me dieron escalofríos que tuve que ignorar cuando empujé la puerta para subir las escaleras. No veía gente pero supe que si él estaba aquí, estaría en el último piso, dónde siempre estaban arreglando todo.
Llegué allí para encontrar más gente de la que esperaba. Los cuatro estaban allí pero justo con el que necesitaba hablar, estaba ocupado.
Damek hablaba por teléfono, parecía enfadado con alguien del otro lado del aparato así que decidí no acercarme. Pero no pude evitar que mi mirada fuera a sus pantalones, recordando que hacía menos de cuarenta y ocho horas, estaba casi desnudo detrás de mí.
Argus se mecía en una silla de plástico negro, de adelante hacia atrás, masticando un chicle y totalmente ofuscado por la situación que tenía frente a él. Se trataba de Eiden y Blas, debatiéndose sobre algo que no parecían poder resolver pronto. El menor explicaba algo mientras el mayor se pasaba la mano por el cabello. Se veían tan bien incluso molestos que tuve que forzar a mí mente a recordarme a qué iba.
Tiara entre ambos, los miraba a uno y luego a otro, sin querer meterse en su conversación. Las bailarinas estaban paradas en el escenario, mirando fijamente la conversación de los dos, la cual no quería interrumpir pero era necesario hablar con él.
—No creo que sea la mejor idea —escuché de Blas que negaba con la cabeza.
—Por Dios, Blas. Te juro que...
Carraspeé mi garganta, esperando que Eiden no volteara a golpearme. Blas y Tiara me observaron unos segundos mientras él volteaba lentamente hacia mi. Casi en un claro gesto de "¿quién mierda interrumpe en este momento?".
—Necesito hablar contigo —le dije con el tono de voz más suave que encontré, esperando apelar a su lado bueno.
—Estoy un poco ocupado —respondió con poca paciencia. Al menos no me gritó como si fuese un ogro.
Me crucé de brazos, recordando lo mal que habían quedado las cosas entre nosotros. Básicamente, le dije en un simple gesto que no iba a irme hasta que me diera un minuto de atención. Porque me lo debía luego de cómo me contestó. Soltó un suspiro y volteó a los dos que esperaban por una respuesta.
—Decidan ustedes —le dijo a ambos que le sonrieron, terminando con el debate por fin. Eiden tomó mi cintura y me alejó un poco del resto de la gente hacia la escalera.
—¿Qué sucede? —preguntó cambiando su tono de voz a uno más preocupado. Lo que me hizo creer que si se preocupaba por mí, solo que por alguna razón no iba a mostrarlo en público.
—Necesito cobrar lo que me debes por ganarte en los deportes —le respondí al instante, queriendo terminar la conversación lo más rápido posible para irme.
Él me miró algo confundido pero luego vi una sonrisa aparecer en su rostro. Seguro creía que me había olvidado de eso pero estaba esperando el momento justo de necesitarlo para pedírselo.
—Está bien. ¿Qué es lo que quieres? —preguntó cambiando su peso de un lado al otro. Se veía intrigado, pero más que nada disfrutaba esta posición en la que yo le pedía algo.
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Los chicos de Terralta (Parte I y II)
Roman pour AdolescentsSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...