El domingo abrí los ojos casi a las dos de la tarde. No recordaba la última vez que me había despertado tan tarde, ni aunque tuviese fiesta y alcohol la noche anterior. Pero no fue el caso de mi noche anterior, no. Ojalá hubiese despertado con una resaca de los mil demonios por tomar mucho alcohol y dolor de pies por bailar hasta que el sol saliera. No, la noche anterior me habían destruido el corazón. Dos manos y muchos momentos me estrujaron hasta más no poder.
Me levanté con mucha pesadez, esperando que todo hubiese sido un sueño y que las últimas veinte horas no hubiesen sucedido. Pero la máscara de plástico en el suelo, sonriente como si se burlara de mi, me dio a entender que todo había sido real.
Pasé mis manos por mi cara y me conduje al baño para una ducha que duraría más de lo necesario. Planeaba ir al comedor para almorzar un poco, luego empacaría todo para entonces ir a recepción a entregar mi renuncia. Porque no planeaba acercarme ni un poco a la suite Rinaldi, ni a ninguno de mis cuatro jefes. Que eso eran para mi a partir de ese día, solo mis jefes.
Luego de casi una hora dentro del baño, me puse ropa, tomé mi teléfono y salí hacia el comedor. Mi teléfono sonó y noté que Tiara me había enviado mensajes. Y el extraño también. Mi estómago se revolvió un poco al ver un mensaje de "extraño", porque ya podía agendarlo como Argus.
Entonces noté que tenía mensajes de otros tres números que no tenía agendados y me llevó solo dos segundos entender que eran Eiden, Damek y Blas. Tomé aire y solté un suspiro mientras negaba con la cabeza y lo guardaba en mi bolsillo, planeaba leerlos luego. Entré en el comedor, tomé una bandeja y la llené de cosas. Ni siquiera tuve la fuerza ni el interés para fijarme si Tiara o Eagle estaban allí.
Me senté en la primera mesa vacía que vi y me decidí a comer en silencio, sin observar a nadie más que mi comida en el plato. Terminé más rápido de lo que creí, al parecer tenía hambre. Entonces mi teléfono sonó otra vez, casi recordándome que tenía muchos mensajes sin leer. Revoleé los ojos y lo saqué de mi bolsillo para revisarlos. Tenía algunos de todos ellos, pero sin duda Argus era el que más había enviado, así que los dejaría para el final.
"¿Qué sucedió? Te vi irte de Terralta, ¿estás bien?", envió Tiara seguido de un "Avisa cuando quieras hablar e iré a tu cuarto."
"Skyler, entiendo que debes estar pasándola mal. No justifico absolutamente nada de lo que hicimos. Pero no tienes que irte de Rinaldi por esto, de verdad ninguno quiso que todo llegara a esto. Ojalá lo puedas pensar." me envió Damek en cuatro mensajes separados. Yo sabía que él sería el más diplomático en esta situación, pero seamos honestos, a Damek le importaba un comino como yo me estaba sintiendo. Él solo necesitaba que Rinaldi no tuviese un escándalo.
"Lamento todo lo que sucedió, Sky. No debimos hacer nada de todo esto desde un principio. Me siento muy mal por haber formado parte de esto. Pero no queremos que te vayas, eres nuestra amiga, no eres solo una empleada. Te queremos a pesar de esto." Ni siquiera tuve que leer el nombre del mensaje para darme cuenta que Blas había escrito esos cinco mensajes. Pero no me hizo sentir mejor para nada.
"Sé que no debes querer hablarnos ni mucho vernos y que tampoco vas a creer que te decimos la verdad. En serio no queremos que te vayas. Sé que te hicimos daño, pero no podemos perderte. Eres una de las pocas personas buenas que tenemos." Las palabras de Eiden si me provocaron un pequeño dolor en el pecho pero di un trago de mi bebida intentando ignorar sus cuatro mensajes.
Y entonces me tocaba enfrentar sus dieciséis mensajes. Tomé aire como si supiese que iba a necesitar de mucha fuerza para no sentirme mal otra vez. Pero ya estaba devastada, no creía que algo pudiese cambiar. Fue un error pensar que no podía estar peor.
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Los chicos de Terralta (Parte I y II)
Teen FictionSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...