Dos horas más tarde, Terralta estaba lleno de gente. Tiara estaba sobre el escenario haciendo su número con mucha energía y sensualidad. Dallas charlaba de algo con Eagle, entretenidos en sus tragos, pues Austin no podía observar algo que no fuese la bailarina principal. Yo estaba allí con ellos, medio mirando el show, medio oyéndolos hablar de deportes.
Eiden había desaparecido de mi vista, no lo volví a ver. A Argus lo vi cruzar el salón con un vaso y bajar las escaleras, al parecer solo pretendía estar en el casino esa noche. A Damek no lo había visto ni por casualidad, casi creía que desde que llegó estaba en la pista de baile de la planta baja.
Pero mi problema, dilema y situación del momento era Blas. Hacía un minuto aproximado que me había sacado de la mesa de sus amigos para arrastrarme hacia la planta baja. Allí me llevó hasta un rincón apartado de toda la gente, pero la música estaba tan fuerte que apenas podía oírlo.
—¿Por qué no le dijiste a París que estaríamos arriba? —pregunté acercándome a su oreja para que me escuchara.
—Porque podría verte más fácilmente, aquí no se ve nada —respondió encogiéndose de hombros. Asentí con la cabeza y comencé a moverme como si bailara. —¿Qué haces? —preguntó mirándome divertido.
—Pues bailando con mi supuesto novio. Nadie va a creerte nada si no actúas bien —le espeté y revoleó los ojos.
Al parecer, Blas creía que porque París nos viera simplemente uno frente al otro, creería que éramos novios. Nadie creería esa mierda si no le ponía voluntad y era mi rostro y reputación la que estaba en peligro, pues si algo salía mal, la gente pensaría algo que no era. Y no podía agregar a Blas a la ecuación de Eiden y Damek, pero no me olvidaba que él podía ser el extraño. Después de todo, aún no descartaba a ninguno de ellos.
Observó alguien detrás de mí, se tensó y volvió a observarme. Casi inevitablemente, pasé mis brazos por su nuca porque supe que había visto a Paris.
—Está a unos cuantos metros —dijo mirándome a los ojos y si pude entenderle, fue porque pude leer sus labios.
—¿Creíste que te abrazaba por qué quería? —pregunté bromeando y sonrió bajando la mirada. Pasó sus manos por mi cintura y me acerco a él.
—¿Y por qué no? —preguntó de vuelta observándome. Lo miré de soslayo, casi dudando de cómo desaparecieron sus nervios y aparecieron los míos. Pero la sonrisa en su rostro me hizo sonreír y negué con la cabeza.
—Porque estoy saliendo con tu hermano —respondí recordándole.
—Ah si, eres... Una de las cuatrocientas que salió con él durante tres meses, follaron más veces de las que se dijeron hola y luego dejó de llamarlas cuando se aburrió. Lo había olvidado —agregó y revoleé los ojos, porque sabía que tenía razón pero no me importaba en la más mínimo.
—Ojalá sepas que eso me da igual —dije encogiéndome de hombros, sintiendo su perfume cerca de mi.
—Sé que te da igual, si no no dejarías que estemos tan cerca —agregó con la maldita sonrisa Rinaldi en su rostro.
Fruncí un poco el ceño, más por reflejo que por querer hacerlo. Jamás había creído que me sentiría atraída por Blas, porque si bien tenía los mismos genes que sus hermanos, no creía que tuviésemos mucho en común. Pero entonces recordé que no tenía nada en común con ninguno de ellos. Solo follabamos, no necesitaba tener nada en común para eso.
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Los chicos de Terralta (Parte I y II)
Ficção AdolescenteSkyler Marin es una pueblerina con un gran talento para la arquería. Una noche en una fiesta de disfraces, se acuesta con un misterioso chico con máscara al cual le pide su número. Se enamora del extraño, pero todo termina pronto, pues él jamás quis...