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Emma:

—Emma, el conde solicita verte en la alberca.

Y así empieza mi jueves por la mañana.

¡Un excelente jueves!

Las chicas se me quedan viendo, con enojo, celos y molestia, Lottie me golpea el brazo con el codo y hace un gesto para que vaya.

Mientras  a mi se me ocurre que  motivos podrá querer el conde ahora de mi.

Sigo las indicaciones de la jefa y llegamos a la alberca.

—Se educada con el.—Es la única orden que me da y se marcha con una mirada seria.

Pongo los ojos en frente y divisó al conde desde que cruzó la entrada de la alberca aunque el lugar es bastante amplio, como cada sitio de recreación del Royal Hotel,  a el no es difícil ignorando cuando tiene una multitud ovacionándolo con la mirada.

Me dirijo en su dirección y el calor rápidamente me da contra la piel, mi uniforme quema por dentro y trato de movilizarme rápido hasta la sombrilla que protege al conde de los rayos solares.

El conde Bam Fitzwilliam lleva lentes oscuros, de los cuales esconden sus ojos verdes, su cabello está brilloso por las gotas de agua, que me indican que acaba de salir de la alberca. También trae el torso desnudo y unas bermudas negras.

—Emma. —Pronuncia mi nombre subiéndose las gafas. Tengo sus ojos verdes sobre mi.

—Solicitó mi presencia, Conde.

—Bram.—Me corrige.

—Es una prohibición dirigirme así hacia usted.

—Yo lo desprohibo.

—Ni siquiera existe esa palabra.

—Toma asiento. —Me pide dándole palmadas al asiento a su lado.

Ocupo el lugar por resignación.

—¿Por qué me mando llama..

—Quiero que seas mi mucama propia.

Abro los ojos.

—Que trabajes para mi.—Aclara.

No digo nada y el junta las cejas, seguro de lo que acaba de pedirme.

—No estoy bromeando.

—Prefiero creer que si, Conde... ¿Ya se lo dijo a la jefa?

—Lo haré.

—Sugiero que no.

—¿Por qué no?

—Tiene más mujeres que podrían realizar ese trabajo, que encantadas y con mucho gusto aceptarían realizar.

—Exactamente por eso.

—¿Quiere a su lado alguien que no soporte?

—Gracias por aclararme que no me soportas.

—No era mi intención decir eso.

—Como sea, lo que quiero es alguien a mi lado, que sea franca conmigo, que no tema decir lo que piensa y que no diga lo que quiero escuchar, menos que este prendida de mi como una garrapata.

—¿Garrapata?

—Garrapata.

Sonrio. —Dudo mucho que el señor conozca de garrapatas, vive en un palacio ¿No?

—Mi hogar puede describirse al parecerse a uno, pero no, no vivo en un palacio.

Suspiro. —Bien. Ya que seré su mucama propia durante el tiempo que se instale aquí ¿La paga?

Un anillo para EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora