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Bram:

Mierda, pura mierda encuentro en los artículos que aparecen en la pantalla de mi teléfono.

Sabía que buscar no sería una buena opción como bien me advirtió Paul, pero mi curiosidad ha podido más, además es mejor saberlo antes yo si hay peste hablando sobre mi novia que deba evitar que ella lo vea.

Mantengo las cejas juntas y aparto el brazo de mi nuca, acerco más el móvil y el enojo crece en mí, el artículo es similar al del periódico de esta mañana, siempre resaltando los errores de uno y bien debería estar acostumbrado, de eso viven después de todo.

Pero no deja de fastidiarme, menos ahora que estamos semanas a la boda.

Tengo miedo que ella...

No pienses en eso, Bram. No subestimes a Emma Dempsey.

Respiro tranquilo y me concentro en lo positivo, en lo único bueno del articulo como el que ella se vea tan hermosa como en persona, aunque hayan escogido la foto más comprometedora.

La puerta se abre y escondo el móvil de ella, Emma ha salido victoriosa bloqueando al personal de servicio ya que está aquí, con una bandeja en las manos, la cual lleva encima dos platos de sopa.

—¿Tarde mucho?

—Esperaría lo que fuera necesario.

Ella arruga las cejas.

—¿me pase de cursi?

—Un poco, y aunque me gusta prefiero al Bram...

—¿Al Bram que te hace perder la cordura en la cama?

—Conde.

Encojo los hombros.

—¿Quieres que hagamos algo hoy?

—¿No tienes deberes de conde?. —Arquea la ceja y no respondo. —Bueno, yo si.

Agrando los ojos. —¿Si?

—Si, quiero ir a la tienda de ropa.

La escucho en silencio.

—Quiero empezar a practicar, y no quiero que piensen que mi compromiso fue una mentira, Realmente quiero trabajar con ellas...

—¿Estas segura que no quieres un...—Me corrijo de inmediato. —¿Una profesora?

Asiente con afirmación. —Quiero hacer esto por mí misma.

Suspiro rendido, no soy nadie para prohibirle esto, además me gusta que le encante convivir con las personas del pueblo, justo como yo lo hacía.

Y otra vez no me queda duda de la grandiosa condesa que será, mi condesa.

—Ahora come —Me ordena. Hago caso solo porque es mi mujer.

Emma coloca la bandeja sobre mis piernas y me entrega una cuchara, la tomo y me percato de su rostro.

—¿Emma?

Ella levanta la mirada del plato y niega con una sonrisa, tomando la otra cuchara. —A comer.






Emma:

Esa misma tarde visito la tienda de ropa de la última vez, lugar de donde me llevo una revista de diseños conmigo y tuve que volver a tiempo porque empezó a caer las primeras gotas de una lluvia que amenazaba aproximarse.

Un anillo para EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora