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Emma:

El pueblo...

Me quedo perpleja observando el lugar en medio de la noche oscura, la plaza está llena de personas, sobre todos quienes se encuentran alrededor de la pileta de mármol, la cual se ilumina con los focos a su alrededor, no hemos estado aquí de noche antes, al menos no los dos juntos y menos yo sola, pero es algo que quiero hacer de nuevo.

El pueblo es aún más hermoso de noche y lo mejor es que no hay ninguna cámara cerca, lo corroboro mirando a ambos lados y mi cuerpo siente una gran tranquilidad.

Me queda claro que al ser condesa ya no gozas de esos privilegios de privacidad, así que aprovecho los momento de paz que tengo.

Las manos las siento heladas, al igual que las mejillas, vinimos con abrigo y gorra, pero no...

Bram me suelta y saca del bolsillo dos pares de guantes, el gesto me hace sonreír cuando empieza a colocármelos.

—Hace más frio de lo que imagine, que bueno que soy precavido. —Me coloca el primer y luego el segundo, para luego levantar la mirada y darme una sonrisa contagiosa.

Se va a colocar los suyos y paso la saliva, quitándoselo. —Déjame a mí.

Levanta la mirada y le sonrio, le coloco ambos guantes. En su mundo esto lo haría una doncella o los que ocupen de vestirlo, pero en su mundo conmigo, en una vida conmigo quiero ser yo quien realice estos pequeños detalles.

—Dijiste que me dejaras actuar como la esposa que quiero ser ¿No?

No me cuestiona y me lo imagino recordando mis palabras. Termino de colocárselo y el me ajusta el gorro blanco que llevo sobre la cabeza y que hace combinación con el abrigo del mismo color.

—Condesa. —Escucho que me llaman.

—Bienvenida futura condesa.

Las personas del pueblo se me acercan a saludarme, comentan bromas sobre mi llegada: Que fue única y que la recordaran siempre.

—Uno sabe lo grande que será una condesa si su entrada es única.

—¿Lo haría de nuevo?

Me rio, los niños también se me acercan y los recibo con saludos, Solo me descuido unos segundos y Bram ya no se encuentra a mi lado, ahora está parado frente a mí viendo como me desenvuelvo con el pueblo.

Me da una sonrisa y asiento con un gesto agradecido.

Le agradezco esta oportunidad, él dice que no debe reivindicarme con nadie, que no cometí ningún error, pero estoy agradecida de que aun con sus pensamientos me diera la oportunidad de presentarme con el pueblo y que conozcan que esta soy yo, no la que termino yéndose la última vez sin dar explicaciones.





(***)






Nos invitan a cenar en una de las fogatas realizadas por los hombres del pueblo, las mismas personas que me rodeaban en la plaza se encuentran aquí y los niños no dejan de correr frente a nosotros, mientras Bram y yo ocupamos uno de los troncos de madera que sirven como asiento, lo tengo sujeto de un brazo y mi cabeza apoyada en su hombro.

Un anillo para EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora