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Bram:

—Fue muy amable de su parte, Conde, de aceptar cenar conmigo y mi hija. —Me indica el dueño. —Aun cuando decía sentirse indispuesto.

—Me sentí dispuesto cuando me aclararon que su bella hija vendría a la cena.

Jennifer McDougal se sonroja.

—Que atento.

Siendo un hombre cualquiera y sin título, me lanzaría una mirada asesina, peor es bastante claro dónde van las intenciones del dueño del hotel y su encantadora hija.

—Conde, señor, señorita. —El camarero se nos acerca. —La carta.

Nos ofrece tres de ellos a cada uno.

—Conde.. ¿Qué elegirá esta noche?. —Me pregunta Jennifer, con una sonrisa atrevida. —Quizás coincidamos en algún platillo.

Asiento despacio, el dueño empieza a pedir lo escogido, mientras una alerta llega a mi teléfono.

—En posición. El águila a aterrizado.

¿Qué demonios con ese código, Paul?

Frunzo el ceño.

—Conde.

Aparto la Mirada del teléfono, Jennifer y su padre tienen los ojos sobre mí, el camarero espera tomar mi orden.

—Aún no ha ordenado, Conde. —Me dice Jennifer.

Reviso la carta y pongo los ojos en la señorita McDougal.

—Lo mismo que usted pidió.

Ella se sonroja.

—La misma orden. —Escribe el camarero en su libreta. —Regresare con sus platillos.. ¿Algún vino que degustar?

—Conde... elija. —Me dice el sr. McDougal.

Miro a los tres pares de ojos, quienes esperan que vino elegiré.

Me pongo de pie. —Elija usted, yo debo... usar uno de los baños.

—¿Esta seguro, Con..

—Muy seguro. —Avanzo sin voltear ni una vez.

Y tengo la suerte de que hayan elegido una mesa tan lejos del baño como de la entrada.









(***)


Llego al restaurante de la cita de Emma, el cual está ubicado dentro del mismo hotel, cruzando el que yo ocupo esta noche, aunque la comida es más barata, más adaptada a clientes menos importantes según el dueño del hotel.

Ni llevarla a un buen lugar fuera de aquí pudo el inútil de Harvey.

Si esta fuera mi cita, hubiera hecho que fuera memorable, sin dinero o no. La llevaría a los lugares más románticos de Monte Carlo, no a un lugar donde Emma pasa casi la mayoría del tiempo recibiendo tratos pocos agradables de su jefa.

Sé que Emma hubiera preferido que la llevara a otro lugar. Yo la conozco, el no.

No sabe nada sobre ella como para elegir este lugar como una cita.

Aparto la Mirada de ellos y busco a Paul, le dije que nos veríamos afuera.

"¿Dónde estás?"

"Cerca"

—¿Qué mierda de respuesta es esa?

Escucho unos silbidos, busco con la mirada hasta llegar a los arbustos. Paul está ahí.

Un anillo para EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora