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Emma:

Los nervios por los que pasa mi cuerpo consiguen que las manos me tiemblen y sacudo la cabeza mirándome al espejo, mis ojos recorren mi vestido y cuando separo los labios, golpean la puerta detrás de mi.

Justo a tiempo.

—Emma, soy Dayanne.

Sonrio y me paso las manos por la cintura. —Adelante, pasa.

La puerta se abre dejándome ver que la hermosa mujer que camina a mi lugar y me observa anonadada, finjo lo que debo fingir y ella se coloca a mi lado.

—Que hermosa te ves.

Sonrio y mi mirada baja a la hermosa joya que trae entre sus dedos. Dayane lleva puesto un vestido color crema, el cual se acomoda muy bien a su cintura y eleva sus voluptuosos pechos, trae el cabello recogido en un moño y aunque la tiara que trae en las manos debería decorar su peinado, ella lo tiene en las manos para dármelo a mi en el día de mi boda.

Sonrio observando el gran trabajo que realizó Eloise.

—El coche está esperando abajo. —Menciona la condesa. —No hagamos esperar mucho a mi hijo.

Me río.

—Espero por mi hasta que cruzamos caminos en Monte Carlo, ni creo que le pese esperar un poco más.

Ella me observa confundida, pero vuelve a sonreír y se gira como si buscara algo hasta que halla el bouquet en mi cómoda, lo toma entre sus manos y me lo entrega, lo acepto y hace un gesto para que yo incline la cabeza.

Lo hago y me coloca la tiara en la cabeza, para luego acomodar mi vestido, la condesa cuida cada detalle y borra cualquier arruga que figure la tela, cuando acaba me da una mirada completa antes de decir que estoy lista.

—¿Nos vamos?

Sonrio y ella camina hacia la puerta, los soldados detrás de la puerta lo abren por ordenes de Dayanne y paso de largo agradeciendo, camino por el extenso pasillo y bajo las escaleras con cuidado mientras tengo toda la mirada del personal observándome desde el primer piso, algunos llenos de sonrisas y  las chicas de servicio hasta mantienen lagrimas en los ojos.

Paso a paso camino hasta que mis pies tocan los últimos peldaños y mis ojos se encuentran con mis cómplices, ellas asienten con la cabeza cuando yo lo hago y una vez que mi mirada se vuelve a encontrar con la condesa, tomamos el rumbo al coche, el cual nos dejará en la iglesia del pueblo.

Subo a la limusina y Dayanne también, me percato que la jefa de doncellas va en un coche junto al consejero, los cuales me dan miradas llenas de enojo antes de subir a el, sin embargo no me desanimo por como resultará todo hoy porque de igual manera me siento triunfante, pero lo que mi cuerpo experimenta es debido a la emoción de no esperar a donde nos llevara el final del día de hoy.

Los nervios terminan por ponerme a flor de piel cuando la condesa golpea la puerta delantera, el conductor inicia el viaje y por medio de los espejos retrovisores observo a las personas de servicio que me han acompañado hasta afuera de la mansión






(***)





La condesa es la primera en poner los pies fuera del vehículo  mientras el conductor baja luego de estacionarse y rodea la limusina, colocándose frente a una de las puerta ,la abre y me extiende la mano para ayudarme a bajar.

Un anillo para EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora