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Emma:

Mis ojos no dejan de ver maravillados el pueblo en cuanto Bram y yo llegamos, es como una mini ciudad, aunque no hay edificios, sino casas, también  tiene una plaza y una iglesia.

Un hospital, tiendas de todo tipo y una escuela.

Al notar mi emoción, Bram no tarda en preguntar.—¿Dónde quieres ir primero?

—¿Dónde, no?.—Respondo con una sonrisa.

Suelto el brazo de Bram y el se vuelve hacia Paul.

—Tengo que hacer algunas diligencias.. ¿Nos vemos en la plaza en 30 minutos?

Asiento con la cabeza.

—Paul...—Le pide, enseguida niego. Quiero explorar este lugar sin ningún escolta.

—No voy a perderme, Bram. —Le aseguro. —Se cuidarme sola.

—Lo se, pero dame el gusto hoy. —Me pide acercándome a el.

Me besa en la frente y pone los ojos en su jefe de seguridad nuevamente. —Paul...

—Cuidaré muy bien de la señorita Emma, mi señor.—Le promete.

Bram sonríe y se marcha luego de darme una mirada. Me vuelvo hacia Paul.

—Señorita Emma...—Me da el pase e inicio mi recorrido en el pueblo





(***)




Ingreso a la panadería que tanto llamo mi atención y me acerco a la vitrinas, el olor a pan recién horneado llena mis fosas nasales y puedo sentir el sabor en mis papilas gustativas, aunque aun no he probado ni un pedazo.

Hay una niña y su madre adentro, reciben una bolsa con pan y la madre paga en efectivo para luego salir del establecimiento, le sonrió a la niña, quien me saluda y me inclino a ver los panes decorados en esa zona de la vitrina.

—¡Señor Paul,  Oh! —La dueña luce asombrada, pasa los ojos de Paul a mi. —Usted debe ser la futura condesa.

Las noticias en Inglaterra viajan rápido.

—Lo es ¿No es así? . —Sale detrás del mostrador con emoción y se acerca a saludarme. —Estoy muy honrada que visite en mi tienda, condesa.

—No es necesario. —Que me llame condesa.

La mujer me ignora y comienza a llamar en voz alta a un segundo.—¡Jim, Jim, ven rápido y prepararle una bolsa de pan a la condesa!

Jim resulta ser su hijo, quien hace lo que le ordena su madre después de presentarse frente a mi.

Llena la bolsa de pan, con distintos diseños y me lo entrega.

—Gracias. ¿Cuánto...?—Pido saber el precio.

La mujer abre los ojos y enseguida responde, con ambas manos delante. —La casa invita, condesa.

Intercambio una mirada con Paul.

—No puedo ...

—Con gusto lo aceptaremos. —Menciona Paul adelantándose y sosteniendo la bolsa de pan.

La mujer y su hijo se ve emocionados, me retiro del lugar luego de agradecerles y me vuelvo hacia Paul una vez afuera.

—Una condesa jamás niega un regalo y mucho menos del pueblo, Señorita Emma.—Me indica Paul con una sonrisa.

Un anillo para EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora