Epílogo

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Emma:

La ceremonia concluyó y tanto Bram como yo tuvimos la luna de miel que debimos tener el día que firmamos nuestros votos en privado.

Nos habíamos casado y claro que la condesa dio el grito en el cielo cuando se enteró acabado su pequeño viaje con Paul, sin embargo, ni Bram ni yo nos arrepentimos de la decisión que tomamos el día que decidimos planearles la boda a ellos.

La nuestra fue privada y perfecta porque tenía el plato principal solo nosotros, cuando Bram pregunto si estaba lista para casarme con el conde, mi respuesta era clara, quería casarme con el conde, con Bram, pero también ese día quería ser la chica de Monte Carlo y quería mantener esa última imagen donde me despediría de ella para tomar el cargo de condesa, a Bram también le pareció perfecto y me dijo su sentir, en conclusión, decidimos que sea solo de los dos y en su lugar ocuparnos de la boda de la condesa y Paul.

Él y yo no estábamos listos para casarnos, no con tanta gente alrededor, queríamos algo solo que incluya a Emma y Bram.

Sin presiones y lejos de las cámaras, y aunque la condesa terminó aceptando, antes de nuestra presentación hacia el pueblo una sorpresa llegó de pronto..

—¡AHHHHHH!. —Grito tan fuerte que me lastimo las cuerdas vocales. —¡AHHHH!

El sudor me cubre la frente y un calor me recorre hasta los pies, no dejo de retorcerse sobre el colchon mientras dos doncellas me sujetan de los hombros y la partera mira entre mis piernas.

—¡Veo la cabeza!

Respiro agitada y aprieto los ojos.

—Una vez más, Emma.. Toma una respiración profunda y puja con fuerza.

Asiento con la cabeza y siento la línea de sudor deslizándose por mi mejilla, respiro siguiendo las indicaciones y aprieto los ojos, igual que las manos causándoles dolor a una de las doncellas que sujeto, sin embargo, ella no se retira, arrugó la frente y pujo de una sintiendo como termino de expulsar ese pequeño ser con ayuda de la partera.

Caigo derrotada y cierro los ojos, hasta que el mismo llanto me hace abrir los ojos de nuevo.






Bram:

—Bram.. —Me lleva mi madre, pero no dejo de dar vueltas afuera de la habitación y no se porque carajos estoy perdiendo el tiempo aquí y no estoy adentro con ella.

No, si lo se, me sacaron por ponerme demasiado nervioso, aunque las viejas tradiciones de mi madre también tienen que ver.

—¡Bram!

Paro en seco al escucharla y su mirada no basta para tranquilizar mi corazón acelerado.

—Tus tradiciones...—Me recuesto contra la pared. —Debería estar adentro con ella.

Mi madre se acerca a mí. —No son tradiciones, hay una persona profesional con ella, deja que haga su trabajo... ¿Qué puedes hacer tú?

—Darle la mano, estar con ella.

La observo pasar la saliva.—Se que lo quieres, pero dejemos que acabe, hijo, todo estará...

Y es ese llanto el que me tranquiliza el corazón, levanto la mirada y la coloco sobre la puerta, mi madre tiene los ojos muy abiertos y una sonrisa se va formando en sus labios, Observo a Paul quien sonríe despacio.

Un anillo para EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora