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Bram:

Desde que llegue a Monte Carlo he detestado las invitaciones y celebraciones a las que me siento obligadas a asistir, no muy diferente a mis labores como conde en casa.

Sin embargo, esta invitación o como yo prefiero llamarlo "Cita", es la primera en la  que si quiero asistir y la razón es la mujer en la que no dejo de pensar. Dueña de mis fantasías durante las noches y mis pensamientos por todo el día.

Emma Dempsey.

No necesito mejor razón que esa.

Pero, sigo detestando que tarde tanto.

—¿Por qué demora tanto?. —Pregunto a Paul, quien está en el asiento de conductor.

Me mira por el espejo retrovisor y contesta. —Ya sabe cómo son las mujeres, señor. Tardan en arreglarse, sobre todo la señorita Emma. Pensé que ya lo entenderia.

Reviso la hora en mi teléfono.

—¿40 minutos? Hace 40 minutos me envió un mensaje diciendo que estaba lista.

—Le sorprendería cuanto tiempo he esperado a su madre, Señor Bram.

—No voy a quedarme esperando, Paul. —Le menciono.

—Señor, no creo que deba.

Guardo el teléfono en el bolsillo interno de mi saco y abro la puerta, escucho a Paul salir y comenzar a llamarme, acomodo mi saco y me dirijo al edificio.






(***)




Y el problema de su demora si tenía un motivo: Un vestido hasta las rodillas, color rosa y con un hueco enorme en el centro.

—Pero.. ¿Q-ue ? ¿Qué hiciste, desastre andante?. —Digo sin dar crédito a como una mujer pudo destruir un vestido en la planchadora.

—No me llames así. —Emma suspira y me quita el vestido. —Solo fui al baño a....—Se sonroja al mirarme.—Me lave las manos y cuando volví.

Suspiro.

—Creo que no iré.

¿Qué?

Junto ambas cejas. —¿Cómo que no iras? No me invitas a un lugar y luego te retractas.

—Bueno, lamento lastimar tu ego, Conde,  pero no iré, no puedo ir desnuda. —Se cruza de brazos, elevando esos pechos apretados en el top y que me llaman ser probados.

Desnuda..

Se a donde podría ir desnuda y claro que la acompañaría. 

Me gustaría mandar todo a la mierda y llevarla ahí mismo, pero se que Emma deseaba ir con mucha ilusión al desfile de su amiga, esta tarde me escribió tres veces preguntandome si estaba listo.

Lo cual ahora parece irónico tras el resultado.

Meto la mano al bolsillo interno del saco y me llevo el teléfono al oído, luego de marcar a Paul.

—¿A quién llamas?.—Pregunta ella curiosa.

Le hago una señal para que se calle y coloco mi dedo sobre sus labios al no tener opción. En estos momentos Paul es mi salvación.

Un anillo para EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora