Un anillo para Emma

7

Emma:

—No voy a pelear con ese hombre.

—Aunque no apoyo la violencia, creo que debes hacerlo.

—¿Por qué te llamo fea?

—Porque te desafío, los condes no escapan de sus desafíos.

—Emma... ¿En qué año crees que estamos?

Me cruzo de brazos.

—¿Su título sirve solo cuando le conviene? ¿Para presumir?, —Sigo. —Conde.. dijo que quería hacer cambiar mi perspectiva a su imagen y que las revistas se encargaron de colocar en mi memoria. Lamento decirle que mi perspectiva hacia su persona no ha cambiado en absoluto.

—Dejemos de hablar formales. ¿Quieres?

—¿Dónde está tu honor, conde?

—Prefiero hacer ojo ciego si así evito ser el foco de los próximos diarios que saldrán las siguientes 24 horas.

—No es muy diferente a serlo constantemente ¿No? Y me refiero no a los malos comentarios.

—Emma, no me vas a convencer.

—Entonces nuestro trato se cancela. Ya no seré foco de su diversión.

—¿Eso piensas que fue para mí...?

—Pasar el rato con la plebeya. —Encojo del hombro. —Si para cualquier chica conocer a un príncipe es una aventura, para un príncipe debe ser toda una diversión.

—Primero. —Me señala. —No soy un príncipe. Y admito que es divertido ayudarte.

—¡Ajamp!. —Lo señalo. —¿Busca hacer sus vacaciones memorable por alguna razón?

El no responde.

En lugar de eso. —Bien, lo hare.

Abro los ojos.

—¿Qué?

—Lo hare. —Responde. —Pero estará en tu conciencia si salgo en un periódico o revista el día de mañana.

Con una sonrisa, digo. —Puedo vivir con eso, Conde.

(***)

No creo poder vivir con eso.

Me retracto de pedirle que defienda su honor, cuando veo al hombre con el torso desnudo, repleto de sudor y lleno de tatuajes aterradores, por no destacar su mayor atributo, los bíceps que se carga con él.

Hay una multitud alrededor del no tan grande cuadrilátero del local clandestino, a dos esquinas se encuentra una pequeña tienda de cervezas y también el típico lugar de apuestas.

—¿A quién le apuestan?

—¡Hagan sus apuestas!

Quien iba decir que el hombre era campeón de aquí.