🦴 Capítulo 03.

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Me desperté con un terrible dolor de cuello. Di un vistazo a mi alrededor con los ojos entrecerrados, sintiendo como la luz de la ventana me ardía en las retinas. El escenario que me rodeaba no era el que solía ser al despertar normalmente... Entonces caí en la cuenta. Estaba en el salón de casa. Al parecer me había quedado dormida en el sofá la noche anterior. Me senté y noté como mi cuello se quejaba por haberme dormido en una posición incómoda. Incluso noté como tenía una jodida manta sobre mi figura... Recordaba vagamente haber sentido frío y que me tapé con lo primero que encontré. Ni siquiera me había cambiado de ropa desde el día anterior, incluso aún llevaba el pañuelo morado al cuello. Con una maldición, traté de levantarme, encontrándome con un par de bultos pegados a mis piernas... Eran los perros, que se habían avolillado a mi lado y ahora no me dejaban moverme con libertad. Destapé la manta y me encontré con sus caras adormiladas. Les bufé, molesta.

—Venga... Arriba, par de perezosos.

Snarl, como de costumbre, se levantó nada más oyó mi voz, sacudiendo su cuerpo y estirándose para despejarse de la pereza, consiguiendo endulzar mi humor. Way, en cambio, bajó la cabeza mientras sacaba la lengua en gesto de sumisión y siguió durmiendo, perezosa. Incapaz de resistirme, me lancé sobre ellos y los llené de besos... Snarl se restregó con entusiasmo en el baño de ósculos y caricias, gruñendo feliz. Way emitió un quejido y se tapó el rostro con las patas delanteras, en un intento de zafarse de mi arrebato y seguir remoloneando en el calor de la manta. Con más energía y alegría, me levanté y estiré mis músculos.

Luego, me senté otra vez en el sitio, tratando de dilucidar el porqué estaba allí en vez de en mi cama... Haciendo memoria, de pronto recordé los sucesos de ayer. Dando un grito ahogado, me levanté de un brinco al recordar al bitty y me apresuré a ir a la habitación. Snarl me acompañó, fervoroso. Llegué a la puerta de mi cuarto y la abrí de par en par. Escaneé rápido la habitación para notar que, en la estantería, un pequeño monstruo daba un respingo por el susto de que la puerta se abriese de pronto y con semejante violencia. Con la boca abierta, los ojos desencajados y el pelo enmarañado, me quedé en la puerta, atónita.

—No era un sueño...

El bittie me miró con evidente sobresalto, algo nervioso. Snarl, ajeno a mi pasmo y la presencia del monstruo, se subió a mi cama y me incitó a acercarme, juguetón. El pequeño bicho le miró con temor, recordando los dientes con los que le había amenazado Way la noche anterior. Yo me acerqué, despacio y en silencio, sin dejar de mirar al bitty. Acaricié al perro para calmarle de su excitación antes de dirigirme al otro.

—Él no le hará nada... Puede estar tranquilo.

El monstruo me miró con asombro y algo de desconfianza, pero acabó por asentir en señal de comprensión. Luego recompuso su figura.

—Buenos días, señorita Dew.

Con su saludo me percaté de la manera tan poco elegante con la que me había precipitado a la habitación. Muerta de vergüenza, se me escapó una risa nerviosa.

—Buenos días... Joder... —solté, incómoda—. Perdón por semejante espectáculo mañanero.

Él negó con la cabeza, tratando de tranquilizarme.

—No se preocupe... —murmuró con suavidad—. Estaba preocupado por usted al ver que no había vuelto a la habitación.

Con una sonrisa avergonzada, desvié mis ojos a un lado mientras rascaba las orejas de Snarl.

—Me quedé dormida en el salón sin darme cuenta... —Me toqué levemente la zona adolorida. —Me duele un montón el cuello.

El pequeño frunció el ceño, preocupado.

Órbita. (Bittybones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora